Por LIZ SIDOTI
WASHINGTON (AP) — El Partido Republicano no es el único que muestra señales de división: los demócratas sufren sus propias disputas internas que podrían convertir un año electoral potencialmente lúgubre en algo peor.
En tan sólo las últimas dos semanas, la senadora Blanche Lincoln de Arkansas se convirtió en la más reciente demócrata en atraer a un rival de su propio partido; los demócratas opuestos al aborto intentaron desbancar la propuesta del presidente Barack Obama para reformar el sistema de salud del país, y activistas por la defensa de los derechos civiles y del ambiente vincularon al mandatario con el ex presidente George W. Bush.
Pocas de las piezas que forman el mosaico demócrata parecen estar contentas.
Los sindicatos y los homosexuales están inquietos. Los afroestadounidenses y los hispanos refunfuñan. Los liberales y los moderados se enfrentan entre sí. E incluso algunos en Hollywood están decepcionados.
Lincoln, de tendencia moderada, hizo enfurecer a los liberales al respaldar el rescate a Wall Street en el 2008 al tiempo que se oponía a una opción de seguro público de salud y a una legislación sobre la organización de sindicatos. Durante meses fue considerada como una de las demócratas más vulnerables en un cargo de elección popular, hasta que el vicegobernador demócrata Bill Halter se lanzó como su rival
Ahora Lincoln está promoviendo su independencia, y ha lanzado anuncios que dicen: «Yo no le respondo a mi partido; le respondo a Arkansas».
Halter está respaldado por MoveOn.org, de tendencia liberal, y está recaudando elevadas cantidades de dinero de parte de grupos partidarios de los derechos laborales.
Obama ha de unir y dar ánimos a las diversas coaliciones de demócratas si espera minimizar las esperadas pérdidas para su partido durante las elecciones de noviembre, cuando el control del Congreso está en juego. Si no lo logra, el riesgo es que los demócratas queden tan desencantados que no acudan a votar.
Pero todavía no es demasiado tarde. La aprobación de la reforma del sistema de salud estadounidense significaría una importante victoria para el presidente, justo en momentos en que necesita una. Con ello él habría alcanzado lo que muchos no lograron antes, un triunfo que ofrecería a los divididos miembros del partido algo en torno a lo cual unificarse.
David Axelrod, uno de los principales asesores de Obama, no ha entrado en pánico.
«Somos un partido muy amplio», dijo durante una entrevista reciente. «Siempre habrá algún grado de tensión».
Axelrod dijo confiar en que la gran mayoría de los votantes leales al partido apoyarán a sus candidatos en noviembre porque las diferencias filosóficas entre demócratas y republicanos son enormes.
«Sea lo que sea que nos divida, esa brecha fundamental aún está generando motivación», dijo.
A pesar de la distensión, un 84% de los demócratas que participaron en el último sondeo de Associated Press_Gfk aprueban la labor de Obama.
Los republicanos enfrentan sus propias divisiones. Su debate se centra en discutir si el partido debería seguir estrictamente sus principios conservadores o abrirse más a otros. Esas pugnas han quedado al descubierto ampliamente en una serie de disputadas elecciones primarias internas.
Pero las divisiones entre demócratas son sorprendentes porque el partido controla tanto la Casa Blanca como el Congreso, y hace tan solo un año mostraba una fuerte unidad, cuando los demócratas celebraban los primeros meses de la presidencia de Obama con mayorías en el Capitolio.