Haitianos en busca de dinero que aceite devastada economía

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Por VIVIAN SEQUERA

PUERTO PRINCIPE (AP) — A Ginette Sejour y Marie Elza Antoine las une no sólo una impasible mirada en sus rostros de ébano por la desgracia de haber perdido sus hogares, sino también la necesidad desesperante de dinero para sobrevivir, como otros miles en la capital de Haití.

Sejour y Antonie, sin embargo, parecen tener suerte en medio del desastre dejado por el terremoto del 12 de enero que aplastó sectores enteros de Puerto Príncipe.

Ambas mujeres tienen formas distintas de conseguir billetes, aunque sea unos pocos, y con ello ayudar a reactivar una enclenque economía, incluso antes de que el temblor de magnitud 7 dejara fuera de combate sectores claves como el de telecomunicaciones, el suministro de combustible, el comercio y la banca.

El sector privado, el gobierno del presidente René Preval y los organismos como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) realizan esfuerzos para que las tiendas, los comercios, la banca y las casas de remesas abran sus puertas, tanto como reactivar proyectos como uno en el que haitianos reciben un pequeño salario por limpiar calles y procesar desechos de basura. Ahora se les pide también que recojan escombros.

En silencio, sudorosa y enfundada en un uniforme azul con las iniciales del PNUD que incluye botas negras, Ginette, de 36 años, llega al mediodía del jueves después de un turno de seis de la mañana a las 12 del día de barrer calles en la barriada de Carrefour-Feuilles, en el sur de la capital.

Por ese turno, el PNUD le pagará en efectivo tres dólares diarios. El viernes cobrará cinco días de trabajo o 15 dólares, que le darán en billetes en efectivo en el centro de reciclaje, un modesto galpón de 1.000 metros cuadrados, instalado por el PNUD en una colina de Carrefour-Feuilles en diciembre del 2007. El galpón no sufrió ni un sólo daño por el sismo.

«Mi vida era difícil, no tenía trabajo… tenía estrés y me dolía la cabeza o pasaba hambre. Entonces le pegaba a los niños o me iba de la casa», dice Ginette, con siete hijos de entre cinco a 22 años de edad.

«Pero con esto ahora es diferente… Si (los hijos) me piden algo, yo podré decir ahora ‘después del pago»’, agrega Ginette en medio de otras mujeres que llegan al centro tras la jornada laboral de limpieza en Carrefour-Feuilles.

De los 385 empleados, mitad hombres y mitad mujeres, que tenía el proyecto del PNUD, llamado ‘Comité de Acción Sanitaria de Carrefour-Feuilles’ o CASCAF, sólo uno esta desaparecido, el resto sobrevivió al sismo y ya desde el pasado lunes 18 de enero fue reenganchado en sus trabajos, mientras se espera en la jornada que otras 700 personas sean incorporadas con el mismo salario, dijo Eliane Nicolini, directora del proyecto en la barriada.

Ginette, que como miles en esta ciudad perdió su casa que estaba en Carrefour-Feuilles, logró sobrevivir junto con sus hijos y ahora duerme en la calle con las pocas cosas que han sacado debajo de los escombros. Tras recuperarse del susto, buscó el centro y allí estaba Nicolini reanudando labores y asegurándoles que trabajarían.

«La inflación se las está comiendo», dijo Nicolini. En medio de la catástrofe y la escasez de productos, los precios se han triplicado en algunos casos. Un paquete de una libra de arroz subió de cuatro a ocho dólares haitianos (de unos 50 centavos a un dólar estadounidense) y la misma libra de frijoles negros de siete a 11 dólares haitianos, mientras el pan, una bolsa de dos unidades, saltó de seis a 15 dólares haitianos (a casi dos dólares).

«Pero no tengo manera de darles algo (más de salario) que quizá no podré mantener», agrega en medio de la barriada, con al menos 150.000 habitantes y por lo menos la mitad de sus casuchas en el piso, igual que su iglesia, liceo, entre otros.

El PNUD tiene al menos cuatro millones de dólares para financiar el programa, pero está solicitando a la comunidad y organismos internacionales al menos unos 35 millones de dólares para llevar la cifra de empleados a unos 200.000 y no sólo en Carrefour-Feuilles, sino extenderlo a otras zonas, ha dicho Eric Overvest, del PNUD en Haití.

Aunque se carece de cifras definitivas, la Cámara de Comercio de Haití calcula que las pérdidas totales dejadas por el terremoto pueden ascender a 1.000 millones de dólares. «Pero esto es sólo una estimación, además sólo 30% (de comercios) estaban cubiertos por el seguro que pagará entre 60 y 70% del total de pérdidas. Y mucha de esta gente tiene pendiente préstamos en los bancos», asegura Reginal Boulos, presidente de la Cámara.

«Algunos no podrán pagar (esos préstamos). Podría haber un colapso económico, por eso uno de los principales objetivos es apoyar a la banca», agregó Boulos, quien además perdió su negocio de venta y reparación de vehículos, un local de tres pisos y que empleaba a 85 personas, de las cuales al menos tres murieron en el local debido al terremoto.

Richard Coles, propietario de varias fábricas de ropa que exporta a Estados Unidos, afirma que 23.000 empleados volverán a sus puestos la próxima semana. Tales fábricas son clave para un plan preexistente de estabilizar y vigorizar la economía del país.

Tras reunirse con Preval y otros representantes del sector privado el miércoles, dice Boulos, se acordó que la banca abriera el jueves sus puertas en la provincia y el sábado en Puerto Príncipe, pero con un límite de 2.500 dólares en retiros de dinero por persona al día, de forma de evitar una corrida de fondos. Los cinco principales bancos, entre ellos los haitianos Sogebank y Unibank, tienen al menos un centenar de oficinas en la capital, agrega.

Otros sectores, como el de las telecomunicaciones, han reanudado el 70% de sus actividades, y al menos 30% de las 150 estaciones de venta de combustible como gas y diesel de Puerto Príncipe ya trabajan, y esperan que sea el 50% para fines de esta semana. Sin embargo, el suministro eléctrico de la ciudad se repararía sólo entre tres a cuatro meses y mientras tanto se seguirá dependiendo de generadores, dice Boulos vestido en jeans, camiseta negra y zapatos negros deportivos listo a enfrentar junto a sus una docena de sus empleados la limpieza de escombros de su local.

Cada día que pasa se ven más carros y camiones circulando por las calles de la ciudad, mostrando el alivio generado por la reactivación de los suministros.

También ya comenzaron a trabajar las casas que reciben remesas, que con unos 1.500 millones de dólares al año son la principal fuente de ingresos de este país de más de nueve millones de habitantes, 70% de ellos desempleados y 90% en la pobreza, de acuerdo con Boluos.

A Marie Elza Antoine, de 46 años, la noticia de la reapertura de las casas de remesas le cayó como un rayo de luz en medio de la noche: los 30 dólares mensuales –algunas veces puede ser hasta 100– que le envía su hermana mayor Clena, quien trabaja como peluquera desde hace 20 años en Nueva York, son el sustento de su familia, que incluye dos hermanos y varios sobrinos, todos en la misma casa en la barriada de Nazon en el centro de la ciudad y que colapsó con el terremoto.

Con el dinero enviado por su hermana «compro comida, ella (Clena) es la responsable por todos nosotros», agrega.

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