Las Mesas de San Juan y Chenche: El hogar del bizcocho de achira tradicional

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En el sur del Tolima, dos veredas se han destacado por preservar la tradición del bizcocho de achira en su forma más auténtica: Las Mesas de San Juan y Chenche, donde esta delicia se produce siguiendo técnicas heredadas de generaciones pasadas. Aquí, el proceso artesanal y el uso de hornos de barro confieren al bizcocho un sabor y textura únicos que lo convierten en un verdadero manjar.

La historia detrás del bizcocho de achira en Las Mesas de San Juan y Chenche

El bizcocho de achira tiene raíces prehispánicas, cuando los pueblos indígenas de la región comenzaron a utilizar el almidón de la planta de achira (Canna indica), valorado por su alto contenido energético y su fácil digestión. Con la llegada de los colonizadores y la introducción de nuevas técnicas culinarias, esta preparación evolucionó hasta convertirse en el producto que conocemos hoy.

En Las Mesas de San Juan y Chenche, las familias campesinas han mantenido intacto este legado. La cosecha de la achira es un proceso meticuloso, ya que la planta requiere condiciones específicas de suelo y clima que estas veredas ofrecen de manera ideal. El almidón se extrae mediante un proceso artesanal que incluye lavar, moler y colar las raíces para obtener un producto puro y de alta calidad.

La magia del horno de barro

El uso de hornos de barro es una tradición que marca la diferencia en el sabor y la textura de los bizcochos. Estos hornos, construidos manualmente con arcilla local, permiten una cocción uniforme que resalta el aroma característico de la masa y le da al bizcocho su extraordinaria crocancia exterior y suavidad interior.

Un patrimonio cultural y económico

En estas veredas, la elaboración del bizcocho de achira no es solo una actividad gastronómica; es un motor económico que sustenta a muchas familias. Además, es un punto de encuentro cultural, ya que su preparación y comercialización en mercados locales y ferias regionales reflejan la identidad de esta zona del Tolima.

Este manjar, considerado un orgullo tolimense, no solo deleita paladares locales, sino que también ha ganado reconocimiento a nivel nacional como un símbolo de la riqueza culinaria de Colombia.

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