Por FRANK ELTMAN
GARDEN CITY, Nueva York, EE.UU. (AP) — Durante años, la publicidad exhortaba a los televidentes en Nueva York a hacer algo que al principio provocaba risa: encargar un colchón por teléfono. Pero la idea funcionó, y un inmigrante ecuatoriano analfabeto que de niño vendía gaseosas se convirtió en un magnate.
«Disque 1-800-MATTRES y omita la segunda S para ahorrar»: los neoyorquinos conocían esa tonadilla publicitaria de memoria.
Ahora, el imperio construido sobre la base de entregar en dos horas colchones de marca encargados por teléfono se va a pique, la esposa del fundador está muerta y su hijo está preso, acusado de asesinarla.
A Napoleón Barragán, de 69 años, sólo le queda visitar a su hijo en el hospital de la cárcel y ver cómo los bienes de su negocio en quiebra, 1800Mattress.com, se venden al mejor postor.
«Ya es bastante malo ver cómo tu empresa se disuelve. No puedo imaginar el estrés por el que está pasando», dijo Larry Thomas, reportero de la revista Furniture World, que ha cubierto a Barragán y su compañía durante casi dos décadas.
Eduardo Barragán, de 39 años, está acusado de matar a golpes a su madre, Kay, de 65, después de una discusión la semana pasada en su casa en Albertson, Long Island, en las afueras de Nueva York. Su abogado dice que madre e hijo padecían esquizofrenia.
La historia de la familia es trágica. Dos de los cinco hijos de Barragán murieron hace pocos años, uno al ahogarse y una hija por enfermedad.
Barragán padre no ha hablado en público desde el asesinato de su esposa. «Está concentrado en consolar a su familia», dijo el vocero de la compañía, Stan Steinreich.
Kay Barragán ayudó a su esposo a crear la empresa en 1976, con 2.000 dólares que había ganado con la venta de cosméticos Avon. En la década de 1980, la compañía adoptó el nombre actual.
Los clientes discaban el número telefónico 1-800MATTRES y recibían el colchón en menos de dos horas en el área metropolitana de Nueva York. La compañía se convirtió en líder nacional del sector, con ventas anuales superiores a 100 millones de dólares, según Furniture World.
Con los años, otras empresas empezaron a alcanzarla al ofrecer servicios y productos similares. Pero en los últimos años, la compañía empezó a abrir tiendas, y esa pudo ser la causa de su caída, según Thomas.
«La venta minorista tiene costos mayores y el entrenamiento del personal es muy distinto», dijo. «Se apartaron del negocio que conocían mejor. Y lo hicieron con una economía en mal estado».
En marzo, la compañía solicitó apoyo gubernamental por bancarrota en Brooklyn, y varios competidores expresaron interés en sus bienes. La corte convocó a subasta para el 28 de mayo.
Napoleón Barragán creció en Ecuador y se trasladó a Colombia, donde vendió cerveza y gaseosas desde el lomo de un burro. Su esposa, también ecuatoriana, llegó a Nueva York en 1968. El hizo distintos trabajos hasta que un día, en el tren subterráneo de Nueva York, vio el aviso de una compañía que vendía bistecs por teléfono.
Decidió que si funcionaba con la carne, también funcionaría con las camas.
A lo largo de los años, Barragán compartió su riqueza, al ofrecer becas a estudiantes secundarios en Queens y pasantías en su empresa. Sus obras de caridad eran reconocidas, y soñaba con que algún día su hijo Luis se haría cargo de la compañía.
El sueño naufragó en el 2006 cuando Luis, presidente y gerente operativo de la compañía, se ahogó durante unas vacaciones de la familia en Connecticut. Tenía 34 años. Tres años antes, su hija Beatriz había muerto a consecuencia de una enfermedad a los 27 años.
Una vez dijo en una entrevista que el «error más grande de mi vida» fue la condena en 1993 por evadir impuestos por valor de 300.000 dólares. Pagó un millón de dólares en multas y pasó un año con un rastreador electrónico sujeto al tobillo. Atribuyó sus problemas legales a la mala organización.
El fin de semana pasado se realizó el funeral de Kay Barragán. Aunque la pareja estaba separada desde hacía varios años, mantenían una relación amistosa, dijo el abogado de Eduardo Barragán, Andrew Monteleone.