Miedo

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Bogotá, 31 de octubre de 2020.- Escrito por Jaime Honorio González @JaimeHonorio.-Estamos muertos de miedo. Arrinconados. Apenas atinamos a agradecer porque no me tocó a mí ni a mi familia ni a mis amigos. Menos mal eso fue en otro barrio, en otra ciudad. Robaron al vecino, no a mí; se contagió un conocido, yo no; mataron a alguien por allá, terrible. Por acá bien.

Le iban a robar el celular en el bus. Tenaz, esto está muy peligroso.

Lo apuñalaron en una pierna por no dejarse. ¿En una pierna? Se salvó de que lo mataran. Que se lleven lo que quieran.

Se murió desangrado dentro del transmilenio.

¿Se murió dentro del bus? ¿Acaso la puñalada no fue en una pierna? ¿Y nadie lo ayudó? ¿No lo llevaron a un hospital? La clínica del Country es a dos minutos de ahí. ¿Y la ambulancia?

Los asesinos salieron caminando tranquilitos. ¿No había policía? ¿Nadie hizo nada?

Nadie hizo nada. Oswaldo Muñoz se murió solo, sin que nadie lo ayudara, tirado en el bus, mientras los otros pasajeros -tal vez paralizados- contemplaban aterrados la triste escena.

Había salido el jueves a trabajar. Fue a una estación sobre la 26, la que lleva al aeropuerto, pero él tomó el bus hacia el oriente. Sobre las 11 iba montado en una ruta que va por toda la Caracas hacia el Norte.

Trabajaba como mesero en un centro de eventos de la ciudad pero como era buen tipo lo pusieron a hacer mensajería para que no se quedara sin trabajo en estos difíciles tiempos de pandemia. Los bares siguen cerrados y el coronavirus no parece ceder.

Tampoco la delincuencia, tan mortal como el virus. Tres hombres se suben al mismo bus, intentan robarle el celular y en el forcejeo, Oswaldo termina apuñalado en una pierna.

El acero debió alcanzar la arteria femoral porque Oswaldo se desangró rápidamente. La ambulancia llegó después, la policía también, todo y todos llegaron tarde. Los que sí salieron a tiempo fueron los asesinos, los 3, que los siguen buscando y que seguramente los encontrarán.

Verán que son desempleados, con antecedentes, con un total desprecio por la vida de los otros y por la propia. Verán que son como los que le dispararon en el pecho a Camilo Tapiero por robarle lo que llevaba, un mensajero que pelea por su vida en una UCI del sur de Bogotá. Más le vale que lo logre porque tiene un niño de 5 años. No hay capturas.

O como los que -hace un mes- le dieron un tiro en la boca a Arnold Toro -de 25 años- y lo dejaron paralizado en un intento de robo del celular. No hay capturas.

O como los 7 que saltaron sobre Diego Díaz para robarle su bici y le metieron dos puñaladas que lo tienen respirando con ayuda mecánica. No hay capturas.

Y así, los casos que quieran. Seguro Ustedes conocen más, de personas cercanas, de conocidos, de amigos de amigos.

Normalizamos que nos roben. Lo importante es que no nos pase nada porque de héroes están llenos los cementerios, dicen las sabias abuelas. Tienen toda la razón pero sí que da rabia tanta impotencia.

Y tanto miedo.

Por supuesto que primero está el instinto de conservación pero, ¿no sienten que muchas veces lo estamos usando como disculpa para no actuar, para no hacer?

Estamos en una sociedad completamente asustada, el miedo nos tiene paralizados, dominados. Y asustados nos vamos a quedar.

Oswaldo tenía 46 años y 3 hermanos. Nilson, su sobrino, lo vio hace 4 días. “Almorzamos. Era muy alegre, muy chistoso. Le gustaba coleccionar jarrones y copas y esa vez me regaló la que es como una especie de bowl”. Hablamos anoche. Se le oía tan cansado, tan apabullado por la realidad.

En promedio, el cuerpo de un adulto tiene 6 litros de sangre, de los cuales el corazón bombea 4 por minuto. La persona entrará en shock leve si pierde un litro y en shock severo si pierde mas de dos. Si eso pasa, estará prácticamente muerta en un tiempo cercano a los diez minutos.

La mortal herida no le dio muchas oportunidades a Oswaldo. Tuvo que ser una situación bastante miedosa y muchos debieron salir corriendo. Pero también es cierto que en nuestra sociedad está tomando mucha fuerza un gigantesco miedo a ayudar, a ayudar cuando se necesita, cuando el otro necesita, no cuando me sobra tiempo.

Iba terminando de escribir cuando llegó este video al chat del grupo familiar, con narración incluida

(VIDEO)

Un barrio normal, cae la tarde. Dos motociclistas pasan y miran de reojo la casa y a la persona que va saliendo de ella mientras habla por teléfono. Se regresan y uno de los hampones saca una pistola de la pretina, les apunta y les dice rapidito: “Ya perdieron. El celular, el celular, el celular”. De repente, las dos víctimas salen a correr mientras se van agachando. El tipo se sorprende, guarda el arma, se gira, se monta en la moto y se va con su compinche.

Los casi asaltados están magullados porque al final de la carrera se resbalaron y se cayeron. No pasó más pero pudo haber resultado fatal. Como lo de Oswaldo, o lo de Camilo, o lo de Arnold, o lo de Diego.

He estado varias veces en esa terraza, a esas horas, hablando por celular, mientras mis hijos juegan o corren por ahí. Cada vez que veo el video, me da más miedo. Esa podría ser mi casa. O podría ser la suya.

No hay que ir por una ciclorruta o montarse en transmilenio para que una tragedia te alcance.

No quiero que me apunten. No quiero que me griten “Ya perdieron”. La inseguridad está a la vuelta de la esquina. Y el miedo también. Literal.

 

TOMADO de el portal 2palabras.co

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