Mil dias en Altamar

Viaje en un velero combina hazaña marina y romance

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Por VERENA DOBNIK

NUEVA YORK — Mil días en alta mar, sin tocar puerto para aprovisionarse, fue el sueño de una pareja que partió de la costa noreste de Estados Unidos a bordo de una goleta construida por una familia que amaba el mar.

Los tripulantes: Reid Stowe, un curtido hombre de mar que ha recorrido los cinco continentes y la Antártica y Soanya Ahmad, una delicada joven citadina, que vivía con sus padres en el barrio neoyorquino de Queens.

La travesía «es un experimento psicológico al vivir en una situación de peligro, aislado y sin depender de nadie», destacó Stowe desde el sur del Atlántico, en declaraciones a The Associated Press por teléfono satelital, cuya conexión fue interrumpida varias veces.

Su compañera Ahmad estuvo con él a bordo durante 305 días hasta que desembarcó cerca de Australia para emprender el regreso a la casa paterna donde nació el hijo que concibieron en alta mar. La joven resume su experiencia como «una travesía de amor» («A voyage of the heart»), como piensa titular el libro que escribe actualmente.

Ahmad, de 1,50 metros, era una universitaria de 20 años de edad cuando conoció a Stowe hace seis años. La joven tomaba fotografías cerca del río Hudson y llegó al muelle 66, donde estaba anclada la goleta de Stowe, un marinero de 1,85 de estatura, 32 años mayor que ella.

«Reid buscaba a alguien con quien hacer el viaje», relató Ahmad. «Primero me negué, pero…».

Stowe había realizado su primer viaje por mar cuando era adolescente, abandonó los estudios universitarios en Arizona y navegó desde Hawai hasta el Pacífico sur con un amigo. Por años trabajó en la fabricación de lanchas y como capitán en el Caribe, mientras vendía sus propias esculturas y pinturas. En 1999 navegó durante 197 días con su esposa francesa, que también era artista.

Su pasión por el mar data de su niñez, cuando visitaba a su abuelo que tiene una casa de playa en Carolina del Norte. Fue el mayor de seis hijos de un oficial de la fuerza aérea estadounidense con quien la familia fue de Estados Unidos, Alemania y a las Filipinas.

En la década de 1970, Stowe y su familia construyeron una goleta de 21,34 metros (70 pies) de eslora de fibra de vidrio y casco de acero, con su interior enchapado en madera, a la que llamaron Anne, el nombre de su madre.

Antes de partir el 21 de abril del 2007, desde Hoboken, Nueva Jersey, frente a Manhattan en el río Hudson, Stowe y Ahmad colmaron la goleta con provisiones que incluían desde arroz y frijoles hasta salsa de tomate, pasta, pesto, aceitunas, chocolates y especias, además de 91 kilos de queso parmesano.

Ahmad, cuyos padres son contadores de Guyana, de ascendencia india, se aseguró de llevar consigo sus especias favoritas, comino, curry y masala.

Asimismo llevaban carbón y leña para la estufa de hierro y combustible para los casos limitados del uso motorizado. El agua se colectaba de la lluvia y del mar, que después desalinizaban.

La pareja compartía guardias durante la travesía. Reid de 7 a 11 de la noche y Ahmad de 11 a las 2 de la madrugada.

El velero enfrentó la primera tormenta a los pocos días en dirección al sur del Atlántico.

Durante el día tenían que reparar algunas grietas, pero lo que más le aterraba a Ahmad era el temor y el aislamiento. La joven comentó sin embargo, que su relación vista por muchos como «dispareja», internamente era «un perfecto amor».

Stowe había propuesto un viaje de 1.000 días en el mar sin tocar tierra para renovar provisiones, al que llegó a comparar con «una odisea oceánica a Marte».

Quince días después la goleta chocó con un carguero en el Atlántico, que causó daños al bauprés y al mástil.

«Parecía el fin», relató Stow por teléfono satelital. «Pero Soanya mantuvo la calma. Me ayudó a serenarme y me dijo, claro que podemos continuar».

La reparación tomó un mes «y estuvimos a la deriva hasta que pudimos volver a navegar normalmente», relató Ahmad.

Al cruzar la línea ecuatorial a los 90 días, una entusiasmada Ahmad escribió en su diario: «He capturado tanto pescado cada mañana y los comemos en la cena».

Y fueron muchas las veladas románticas en las noches de plenilunio.

Hasta que las cosas comenzaron a cambiar a los 230 días. Los vientos del océano Indico estremecían la embarcación y la joven escribió: «No estoy segura que sea saludable tomar pastillas para las nauseas por los próximos meses…».

El 6 de febrero del 2008 comprobó que estaba embarazada y poco después regresó a Nueva York, donde el 16 de julio nació Darshen, cuyo nombre en sánscrito significa una visión de algo divino.

Stowe siguió la travesía solo y ya lleva casi 800 días en alta mar. Aún quedan seis meses para que complete su objetivo de 1.000 días, pero a veces en su soledad se le presentan momentos de terror. Las ráfagas de viento han causado agujeros en las velas, la cuales repara constantemente.

El viaje de Stowe es seguido de cerca por Charles Doane, de la revista Sail.

Hay quienes comparan a Stowe con Svengali, que seduce a las mujeres y las induce al peligro. En un sitio de internet, alguien denunció que había sido condenado por tráfico de drogas.

El marino admitió haber estado nueve meses en prisión por planear la venta de drogas en el Caribe: ayudó a transferir marihuana de una nave colombiana a otros yates en 1987.

«Pero ahora estoy haciendo algo honorable; lo que me motiva es el trabajo y el amor», señala.

Stowe desea superar la marca del marinero francés Bernard Moitessier, a quien admira y que en los años 60 dio la primera vuelta al mundo sin escalas.

Volverá a tocar puerto en enero del 2010 cuando cumpla 1.000 días desde su partida.

Por ahora, la pareja continúa junta a la distancia.

Stowe dice que desea regresar a tierra «para ser el mejor hombre y padre que pueda ser». «Es probable que nos casemos», agrega, cauteloso, el lobo de mar.

Agencia AP.

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