Obamanecerá y veremos.

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Luís Armando Blanco Cruz

Economista.Especial para Komodolarevista.com

La victoria de Obama significa el final del proyecto político neoconservador de Reagan. La crisis económica y el fracaso de la política exterior en la guerra de Irak y su accionar en otros países indican que la situación cambió radicalmente y que en consecuencia era urgente un cambio en la visión sobre la política, un nuevo proyecto para configurar una nueva era, un nuevo liderazgo para reconstruir el mundo, autoridad moral para recuperar la credibilidad y la confianza.

El resultado de las elecciones demuestra que el país es otro y que hoy el ciudadano promedio en EEUU es alguien como Obama, un hijo de inmigrante que vive en una gran ciudad y de clase media, dispuesto a aceptar un presidente que se presentó no como líder negro sino como un político demócrata liberal consecuente con ideas jóvenes y renovadoras. Pero para entrar en la historia Obama tendrá que demostrar que en medio de las adversidades sus promesas pueden ser realidad, que es capaz de solucionar los problemas internos graves de desempleo, hipotecas, necesidades desesperadas de reforma en el sistema de salud, buen trato migratorio, renovar las ciudades en declive y la puesta en marcha una nueva era que el mismo ha llamado de “responsabilidad”. De no lograrlo o realizarlo a medias el riesgo puede ser rehabilitar a los republicanos pues las altas expectativas del electorado constituyen su talón de Aquiles como gobernante

De entrada la geopolítica mundial no va a cambiar ni tanto ni tan rápido como la gente espera, habrá progresos con el cierre de la base de Guantánamo, la prohibición de torturas, un plan para el retiro gradual de las tropas de Irak, compromiso fundamental de campaña, una política exterior de más diplomacia y menos militarismo, pero todo ello en el marco de una serie de compromisos que EEUU tiene que seguir cumpliendo. El realismo político y la dinámica de los hechos hacen inevitable continuar, si bien con nuevo estilo, muchas de las políticas que ya venía desarrollando el segundo gobierno de George Bush.

En términos generales los Secretarios del gabinete cuentan con una trayectoria envidiable, son los mejores y más brillantes, pero fueron también los hombres más inteligentes del gobierno de J F Kennedy los que diseñaron la política de guerra sin calcular el desastre. La señora Clinton anunció una política de acercamiento a Irán de la que no está muy convencida, pues su discurso en la campaña fue de mano dura, mientras el jefe de gabinete Rahm Emanuel diseñó con David Axelrod la estrategia que a la postre la derrotó, basados en la idea de poder blando.

Es complicado salir de la crisis económica con un paquete fiscal tan agresivo en medio de un déficit que podrá ascender a los dos billones. Es muy difícil medir si será suficiente y tendrá los resultados esperados, pero más complicado aún será sostener un equilibrio político con una macroeconomía inestable y moviéndose en territorio desconocido, pues EEUU no tiene experiencias recientes en políticas fiscales tan agresivas.

El argumento de Friedman de que la política monetaria podría haber prevenido la gran depresión fue un intento de refutar la tesis de Keynes, quien sostenía que en esas condiciones lo que se requería era de una política fiscal expansiva a gran escala. El fracaso de la política monetaria en la actual crisis, con las tasas de interés de referencia cerca de 0% muestra que Keynes puede de nuevo tener razón, que no hay otra salida que una operación de salvamento a gran escala.

Lo cierto es que el pensamiento de este gran economista difunto está detrás de los planes de Obama, pero el riesgo es no solo que puede dejar maltrecha la macroeconomía a futuro, sino que en el plan de rescate no llegue a tiempo y se desvíe de su objetivo fundamental que es rescatar el sistema financiero, el núcleo del problema por su impacto en la debacle inmobiliaria y en el canal del crédito, y se dirija a otros objetivos no prioritarios pero con demanda urgente por parte de distintos grupo de interés. Y adicionalmente es conveniente que dicha operación se realice con un mensaje contundente: los banqueros tienen que pagar sus indelicadezas, los bancos podridos deben desaparecer, los subsidios deben ir a los ahorradores y a los trabajadores no a los bolsillos de los magnates.

Ojalá todo salga como está planeado y no se llegue al escenario de pesadilla descrito por Krugman, que no le conviene a EEUU ni al mundo y que es el siguiente: Al congreso le lleva meses aprobar un plan de estímulos y la legislación que surge es demasiado cautelosa, como resultado, la economía sigue en picada durante el presente año y, cuando al final todo el trámite se resuelva el plan sólo sirve para desacelerar la crisis pero no para contrarrestarla efectivamente.

Sabemos que la autoestima de EEUU ha sufrido un grave remezón, que la crisis financiera puede terminar en la peor depresión de la historia, que la política económica ha involucionado a una especie de rueda de la fortuna para las multinacionales y que es de pronóstico reservado el paquete de medidas para la recuperación en medio de un déficit fiscal monumental, pero el problema de fondo es si los EEUU han perdido su capacidad, su liderazgo económico y su empuje. Los datos, las opiniones de los expertos y el nuevo liderazgo de Obama permiten tener esperanza y confiar, serían necesarios muchos errores de política económica, mala suerte y metidas de pata para que ello sucediera, pero como dice el dicho amanecerá y veremos.

Las predicciones aseguran que la economía mundial comenzará su recuperación al final de 2009, pero ello va a depender de las decisiones de política que se tomen y del comportamiento de las economías e instituciones más importantes en el globo. Obama, ha recogido en parte el discurso de Roosevelt de llevar a cabo una “experimentación audaz y persistente”, para ello se ha rodeado de un equipo de primera que seguramente no cometerá errores, pero falta ver si será lo suficientemente audaz y dispuesto a la experimentación. No lo sabemos.

Para colmo el panorama global es sombrío, una recesión mundial muy cerca de la gran depresión de los 30, una nueva guerra en el medio oriente y otras más viejas en África, una Rusia desafiante pero con una realidad económica y social cerca de la catástrofe por la manera como la elite despilfarró la bonanza petrolera, con China en busca de convertirse en superpotencia y América Latina pidiendo ser tratada con respeto en medio de una creciente polarización política en la mayoría de las naciones.

Un gran reto va a ser recuperar la idea de que los fundamentos son la democracia y el mercado y que es mejor opción la diplomacia y el multilateralismo como vía para llegar a acuerdos y solucionar conflictos, con el objetivo estratégico de configurar un poder flexible que permita recuperar la simpatía y admiración de los EEUU en el mundo. En tiempos de crisis es inevitable el resurgimiento de tendencias nacionalistas y proteccionistas con lo cual se debilita la cooperación global y la causa del multilateralismo que hoy más que nunca es necesaria pues la crisis es mundial y requiere una solución global compartida.

La guerra fría concluyó en la mayor parte del mundo menos en parte de América latina. Rusia es un actor insatisfecho pero no es capaz de revivirla y China, la potencia en ascenso, viene demostrando buena comprensión de los nuevos tiempos y pragmatismo. El único lugar donde todavía sobrevive semejante situación es en la región, particularmente en Cuba, Nicaragua, Venezuela y Colombia. En Cuba donde persiste un modelo que ya ha dejado de ser atractivo y de exportación, en Colombia donde persiste una guerrilla senil, degradante, sin apoyo político por sus acciones terroristas contra los derechos humanos más sagrados y en Venezuela donde resurgió un proyecto socialista tropical que consiste en un discurso antiimperialista radical mezclado con populismo caribeño, pero con una economía altamente dependiente de las exportaciones del petróleo a EEUU.

La globalización le brinda a América Latina la oportunidad de reducir el nivel de dependencia frente a EEUU y ello significa el fin de la doctrina Monroe que en 1823 proclamó que toda la región era una zona de exclusivo interés de EEUU. Los cambios internacionales le brindan la posibilidad real a América Latina de renegociar en mejores términos las relaciones asimétricas con el coloso del norte, China, Europa y hasta Rusia están interesadas en fortalecer el comercio, la inversión, la cooperación política y hasta militar en la región. Por consiguiente el paisaje tanto político, económico y diplomático ha cambiado estructuralmente en medio de un mapa donde avanzan gobiernos de izquierda sin mayor visión.

No hay otra salida para aplicar la tesis de que “si el mundo cambió EEUU debe cambiar”, que reconocer por parte del gobierno de Obama que la doctrina Monroe no puede revivirse, el problema es si el establecimiento norteamericano está preparado y Obama será consecuente con su idea general de cambio; puede liderar con algunos gestos el desmantelamiento de la guerra fría contando con socios claves como Brasil y México, dando señales de aceptar a Cuba a cambio de derechos humanos y mayor libertad , establecer una relación prudente con Chávez a cambio de garantías democráticas para la ciudadanía, y, quizás lo más importante comprometerse con la reforma migratoria y con una apertura mayor al comercio y las inversiones. El peor error que puede cometer la nueva administración es que siga haciendo carrera en la opinión universal que Latinoamérica no parece ser prioridad y, por lo tanto, no habrán cambios importantes en la agenda.

Los demócratas de izquierda son menos dados al libre comercio y algunos sectores son decididamente proteccionistas pero líderes como Obama no pueden ser enemigos del comercio libre por principio y por eso es difícil que asuman posturas proteccionistas radicales, propongan revisar el tratado comercial con México de manera unilateral y en el mediano plazo no respalden la causa del TLC con Colombia. Una vez consideren todos los factores, la importancia del país en la región, la tradición y la amistad entre los dos naciones va a ser inevitable un TLC reformado lo mismo que un plan Colombia para combatir el narcotráfico y el terrorismo menos militarista, con énfasis en el respeto por los derechos y con ayuda social. Todo ello le conviene a los dos países, lo peor sería que Colombia deje de importar en Washington, ese es un gran riego que no puede correr los dos gobiernos y para ello puede ser conveniente en Colombia un nuevo presidente que se sintonice con Obama, tal como Uribe se sintonizó con Bush.

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