Se reserva el derecho de admisión

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Por Guillermo Romero Salamanca. -.-  Tremendo lío el que se armó en Medellín entre una persona aficionada a los videos de celulares, los dueños de un restaurante y don José. Hasta plantón hicieron frente al local. Los medios se saborearon con el acontecimiento y otros temas como la corrupción, los casos de los magistrados, la inseguridad y el desempleo pasaron al olvido.

Emisiones en directo hicieron los canales para tratar con sevicia el caso. Hablaron hasta de discriminación. El mismo don José ni sabe qué fue lo que ocurrió y ofreció excusas con la dueña del restaurante, pero más pudieron las redes sociales y el local terminó sus servicios.

Quienes fueron a protestar no invitaron a don José a sus casas a almorzar. Ganaron: dejaron sin empleo a unas 20 personas y muchos comensales deberán buscar otro lugar.

Las agencias internacionales también cubrieron el acontecimiento. Lo cierto es que siempre habrá derecho de admisión y muchas veces, las mismas personas se sienten en el lugar equivocado, porque hay normas culturales y de respeto.

Hasta para entrar al cielo habrá restricción. Lo dijo Jesús en Mateo 7,21: “No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial”.

Cada persona, empresa, institución o hasta estado tiene su propio Manual de sus Derechos de Admisión. Para ingresar a los Estados Unidos, por ejemplo, existen restricciones que, por sus motivos de seguridad, económicos o políticos, impiden el ingreso de ciudadanos que pueden tener el dinero, las condiciones o las circunstancias, pero no les dan el visto bueno.

No todo el que le pida ser su amigo en Facebook, Twuitter, Instagram u otras redes sociales usted lo acepta. Es más, lo pueden llamar al celular y usted tiene la libertad para contestar o no.

“Derecho de admisión se establece como el derecho en virtud del cual, la persona titular de un establecimiento o evento se reserva la atribución de permitir el ingreso o permanencia a terceros en dichos lugares, siempre que la exclusión se fundamente en condiciones objetivas para la entrada y la estadía”, explica Wikipedia.

A su casa no entra cualquiera. Por más que vaya a tocarle una serenata, lleve carné de la empresa de gas, no puede ingresar. Por eso, la policía debe presentar una orden judicial.

Hay otros como el Club Nogal que no permiten la entrada a personas que no lleven corbata o estén calzados con tenis. No es discriminación son normas que regula el establecimiento.

Normas que pueden existir en el Ejército, la Policía, en la Iglesia y en los Templos Evangélicos.

Víctor Julio Valencia trabaja desde hace 20 años en los restaurantes de la Zona Rosa de Bogotá y comenta que “es muy útil el letrero de la admisión”. “Hay personas que vienen a molestar a otras, están borrachas, mal vestidas, sin bañarse, consumiendo alucinógenos y no pueden ingresar. Si les permitimos su entrada, los clientes se van a quejar y se retiran y habrá problemas”.

“El derecho de admisión tiene mucho que ver con la seguridad de las personas. Hay clientes que no les gusta la música, por ejemplo, ni que esté un lotero ofreciéndole las rifas justo cuando está tomando la sopa, o habitantes de calle pidiéndoles monedas o comida cuando están en pleno almuerzo. Además que ellos se aprovechan de esa situación para pedir”, agrega este experimentado hombre que controla los ingresos.

En la discoteca Thump en México tienen un manual de etiqueta, por ejemplo: Se debe inscribir previamente, no se puede abusar del celular porque molesta a otras personas, no pedirle al DJ que le cambie la canción y no quitarse la ropa. “Sabemos que a veces la euforia de la noche puede alcanzar puntos muy altos pero por favor no te deshagas de tu ropa, tal vez más tarde la quieras de vuelta. Toma un respiro y deja que la energía se apodere de tu cuerpo, después ve directo a la pista de baile”, dice.

Lo de don José estuvo mal manejado por los malos entendidos, pero el mismo músico le dolía lo que estaba ocurriendo.

“Mesura, por favor, mesura”, como diría don Alberto Casas en la W.

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