Chiste flojo

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Imagen tomada de televisión

Bogotá, D.C., abril 17 de 2021. Escrito por Jaime Honorio González.

Me los imagino planeando el robo.

  • Bueno, tú te encargas de la mona.

La mona es como se conoce en el Caribe al mazo, una herramienta de demolición compuesta por un palo de madera de aproximadamente 80 centímetros de largo y un pedazo de hierro colado, macizo, que pesa cerca de 12 libras, ubicado en uno de los extremos. Como un martillo muy grande. Se usa para romper paredes, derribar puertas y cosas así. Y esta semana, para abrir vitrinas.

  • Oye, pero esa vaina está como pesada. Mejor dale tú porque tú eres más grande y yo me encargo de la bolsa.
  • No compa. Ya te dije que tú te encargas de la mona.
  • Compa, pero es que yo casi no sé usar eso.
  • Oye, pero ¿no sabes coger un martillo? ¿Te volviste bobo o qué? Lo coges por el palo y le das al vidrio. Y ya. ¿Muy difícil o qué? Si no quieres hacerlo pues entonces dime de una vez.
  • Ya compa, cálmate. Yo le hago a la mona.
  • Okey. Bueno y tú (refiriéndose al número tres de la banda) te encargas del transporte.
  • ¿Carro o moto?
  • No sé, por eso tú te encargas. Bueno, pero ajá, ¿yo con quién estoy asociado? El uno no sabe usar un martillo grande y al otro le digo que se encargue del transporte y no sabe qué hacer. Si quieres nos escapamos caminando. O lleva una moto y nos montamos todos ahí (los otros dos ríen).
  • Listo, mi hermano. Yo me encargo del transporte.
  • Y también te encargas de manejar.

Para evitar burlas, debió responder al instante:

  • Okey.
  • Y tú vas a ser el campanero (refiriéndose al número cuatro del grupo). Y cuando tú (mirando al número dos) le estés dando a la vitrina con la mona, tú (el número cuatro) vigilas que nadie se vaya a meter. Y si te toca sacar el fierro y mostrarlo pa´ que se espanten, pues lo sacas.
  • Okey.
  • Yo te acompaño (refiriéndose al número dos) mientras rompes el vidrio y entre los dos metemos la mercancía en la bolsa. Eso es menos de un minuto. Y nos largamos de ahí rapidito, ¿ok?

Okey, debieron responder todos al unísono.

  • Veámonos en la esquina de la prendería por ahí a la una. Revisamos cómo está la movida y pum, damos el golpe.

Una y media de la tarde. Barranquilla, Colombia. Barrio Chiquinquirá. 30 grados centígrados, un calor infernal. Carrera 27, entre la avenida Murillo y la calle 46. Hay que decir que es martes 13.

Un hombre corpulento, con una bolsa de mercado en la mano, le pide amablemente a un cliente de una compraventa que se retire del frente de la vitrina. El cliente, algo sorprendido, se quita. Es como si le hubiera dicho:

  • Oye, ven acá, quítate de ahí un momento que vamos a robar acá. Hazte pa´ acá pa´ que no te caigan vidrios, por favor.

De repente, el número dos saca un mazo de una bolsa de basura y comienza a darle a la vitrina con el alma, que soporta los tres primeros golpes. En el cuarto, el hombre intenta romperla por encima pero se descacha y casi se rompe una pierna. Se le nota por todos lados su poquísima destreza con la herramienta.

Insiste. Le da una y otra vez, 21 golpes en total en exactamente 31 segundos. Y está a punto de lograrlo, de no ser porque suena la alarma del local y -sin pensarlo dos veces- sale corriendo, dejando atrás el arma del delito: a la mona tirada en el piso cuán larga es.

Y en ese mismo instante comenzó lo más increíble. En la calle esperaba el número tres -el encargado del transporte- con la moto prendida, atrás se subió el líder de la banda y el cupo quedó completo. Pero llegó el número dos -el del mazo- y se trepó como pudo detrás del jefe, así que quedaron sentados el conductor y dos pasajeros detrás. Apretaditos. Y ya iban a arrancar cuando apareció el campanero -angustiado porque pensaban dejarlo- y al no encontrar espacio para él, de un brinco se montó sobre el manubrio de la moto y quedó sentado de espaldas al conductor y de frente a la calle, por donde arrancaron velozmente hasta perderse en la distancia.

Sí, los cuatro se montaron en una motico y se escaparon a la vista de todos. Nadie los detuvo. Semejante espectáculo ambulante que es ver a cuatro tipos encaramados en una moto y no se encontraron ni un policía. La buena fortuna, no hay otra explicación, porque conduzca Usted sin licencia de conducción un par de cuadras y fijo, lo paran.

Nadie ha vuelto a saber de ellos.

El Tiempo tituló: “El robo frustrado que genera burla contra delincuentes en Barranquilla”. Y a mí me parece que es todo lo contrario. Que son esos cuatro malandros los que se burlaron de nosotros. De todos nosotros como sociedad. Deben estar muertos de la risa.

Ese intento de atraco es un mal chiste, lo que hicieron esos hampones es otro buen ejemplo de que aquí no se respeta la Justicia, no hay temor a la autoridad, a nadie le importa la Policía, a nadie le preocupa que lo encarcelen, hay una probabilidad tan baja de que te atrapen, y si te atrapan de que te juzguen, y si te juzgan de que te condenen, y si te condenan de que vayas a prisión porque todo termina en la comodidad de la casa por cárcel.

Nadie respeta a este país. Mucho menos los colombianos.

Esta misma semana, el dueño de la compraventa instauró la denuncia en la Fiscalía por concierto para delinquir, tentativa de hurto y daño en bien ajeno, y eso tiene cara de que dormirá el sueño de los justos pues la investigación ni siquiera ha sido priorizada porque sería la primera vez que se presenta este particular modus operandi. Aunque me parece que ya lo había visto en alguna escena de Los Caquitos, donde también había una bandola de cuatro, eso sí con mejores resultados: la de Chompiras, Botija, Peterete y Cuajinais. Pero no estoy seguro.

Algunos dirán que este relato es mezcla de ficción y realidad y que por eso no es serio.

Pues claro que es mezcla de ficción y realidad, ¿no se dan cuenta que es sobre Colombia? Pues claro que no es serio. ¿No ven que es mi país? El menos serio del mundo, el que produce mayor cantidad de situaciones caricaturescas por día, qué digo, por minuto. ¿O les parece muy serio que el superintendente mande sus condolencias por tuiter a la reina de Inglaterra -en inglés- como si fuera un mensajito a la tía Isabel?

Me imagino a la reina leyendo el mensaje venido desde tan lejos, descifrándolo, feliz de saber que uno de sus súbditos de ultramar se muestra tan acongojado por la partida de Felipe, qué lástima no tener tiempo para responderlo, al menos un like de la Casa Windsor bastaría. Por Dios, si no somos serios.

¿O les parece que somos muy serios cuando en el proyecto de reforma tributaria, que por sí sola ya es un chiste, quieren clavarle el IVA a los servicios fúnebres cuando nos estamos muriendo de a 200 y de a 300 diarios desde hace un año entero? No, claro que no somos serios.

¿O les parece muy serio que cuatro ladrones se vuelen todos en una moto a la vista de una ciudad entera y no los hayan atrapado?

Mi país, donde la única manera de escaparnos del drama diario es muriéndonos de la risa mientras -todos los días- esquivamos a la muerte. Somos un meme continuo. Somos un chiste por donde lo miremos. Un chiste flojo, para ser más exactos.

 

Tomado del portal 2palabras.co