Atenas de fiesta por su nuevo museo del Acrópolis.

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Por NICHOLAS PAPHITIS

ATENAS — Dioses, héroes y mortales fallecidos milenios atrás bajaron de sus pedestales el sábado para la fastuosa inauguración del nuevo Museo del Acrópolis, un viejo sueño que Grecia espera le ayudará en su centenaria campaña para recuperar una parte de su patrimonio de manos británicas.

La exhibición digital animada de artefactos sobre las paredes del museo puso fin a años de demoras y riñas en torno del edificio ultramoderno, situado entre edificios de apartamentos y elegantes casas neoclásicas al pie de la colina del Acrópolis.

A la ceremonia, que costó 3 millones de euros (4,1 millones de dólares), asistieron unos 400 invitados, entre ellos el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso; el director general de la UNESCO, Koichiro Matsuura y jefes de estado o gobierno extranjeros.

Brilló por su ausencia una representación de Gran Bretaña, que se niega a repatriar decenas de esculturas del Partenón que se encuentran en el Museo Británico de Londres.

El presidente Karolos Papoulias dijo que para los griegos, los monumentos del Acrópolis son su «identidad y orgullo» y renovó el pedido de devolución de los frisos, exhibidos en Londres desde hace 200 años.

«El mundo entero ahora puede ver juntas las esculturas más importantes del Partenón», dijo Papoulias. «Faltan algunas. Es hora de sanar las heridas del monumento al devolver los mármoles que le pertenecen».

El ministro de Cultura Antonis Samaras dijo que las esculturas «regresarán inevitablemente», pero descartó que Grecia reconozca el derecho de propiedad del Museo Británico, la condición que exigen las autoridades en Londres para cualquier préstamo.

Grandes multitudes siguieron las ceremonias desde cafés vecinos o desde los balcones de las casas.

Erigido a 300 metros de los delgados huesos del Partenón como una pila torcida de cajas transparentes, el museo de 130 millones de euros (180 millones de dólares) crea un ambiente amplio para algunas de las mejores obras sobrevivientes de la escultura clásica que adornaba el Acrópolis.

Durante el día, paneles de vidrio filtran la luz del sol al tiempo que permiten ver la antigua ciudadela en el fondo. Por la noche, la luz interna proyecta las esculturas hacia el exterior como contraste con las ruinas iluminadas sobre la colina.

«Tratamos de ser lo más sencillos, claros y precisos que pudimos al establecer una relación visual entre el Partenón, el museo con las hermosas esculturas y con los restos arqueológicos», dijo el diseñador del edificio, el arquitecto franco-suizo Bernard Tschumi.

Con el revestimiento contra rayos ultravioletas en las paredes de vidrio, filtros de aire y ambiente climatizado, es la respuesta griega al argumento de que no tenía lugar donde mantener a salvo el friso retirado del Partenón en el siglo XIX por Lord Elgin, un diplomático británico y exhibido actualmente en el Museo Británico de Londres.

Para los griegos, el regreso de las esculturas —parte de un friso de mármol de 160 metros de largo que muestra una procesión religiosa y adornaba la cima del Partenón— es una cuestión de orgullo nacional.

El Partenón fue erigido en la época más gloriosa de Atenas, del 447 l 432 a.C., en honor de Atenea, la patrona de la ciudad.

A pesar de su uso como iglesia cristiana y la ocupación otomana a partir del siglo XV, sobrevivió casi intacto hasta 1687, cuando un cañonazo veneciano provocó la explosión de un polvorín en su interior. Elgin se llevó la mitad de las esculturas sobrevivientes a principios del siglo XIX, cuando Grecia era parte del Imperio Otomano.

«En este día trascendental, en este lugar histórico, apelamos a todas las personas del mundo que creen en los valores e ideas que surgieron en las laderas de la Acrópolis para que se unan a nuestra campaña para traer los mármoles del Partenón de regreso a casa», dijo Samaras.

El Museo Británico siempre se ha negado a regresarlos. Dice que los posee legalmente ya que Elgin se los vendió para evitar la quiebra y los exhibe gratuitamente en un contexto cultural internacional.

«Creo que pertenecen a todos nosotros. Todos somos ciudadanos globales», dijo la vocera del Museo Británico, Hannah Boulton.

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