Por GREG KELLER y EMMA VANDORE
LE BOURGET, Francia — El vuelo 447 de Air France se desplomó intacto y verticalmente en el Océano Atlántico a una velocidad muy alta, reveló el jueves el investigador jefe francés, agregando que los problemas con los sensores de velocidad del avión no fueron la causa directa del accidente que mató a 228 personas.
Alain Bouillard, quien encabeza la investigación del accidente del 1 de junio por parte de la oficina francesa BEA, dijo que el avión «no se destruyó en vuelo».
«El avión parece haberse estrellado contra la superficie del agua en su trayectoria de vuelo con una aceleración vertical fuerte», dijo. Los investigadores no han encontrado «ningún rastro de fuego ni rastros de explosivos», agregó.
Bouillard precisó que los sensores externos, llamados tubos Pitot, fueron «un factor, pero no el único».
«Es un elemento pero no la causa», agregó Bouillard durante una conferencia de prensa en Le Bourget, en las afueras de París. «Hoy estamos muy lejos de establecer las causas del accidente».
El Airbus A330-200 que volaba de Río de Janeiro a París se desplomó en un área remota del Atlántico, a 1.500 kilómetros (930 millas) del suelo continental de Brasil y lejos de la cobertura de los radares.
La BEA difundió el jueves los resultados preliminares de la investigación, a la que calificó como una de las más arduas en la historia de indagatorias sobre caídas de aeronaves.
Uno de los mensajes automáticos emitidos por el avión de Air France indicó que estaba recibiendo información incorrecta de velocidad de los instrumentos externos de monitoreo, algo que podría desestabilizar los sistemas de mando del avión. Los expertos han insinuado que esos instrumentos externos podrían haberse congelado.
Las probabilidades de encontrar las grabadoras de vuelo son cada vez menores a medida que se debilitan las señales que emiten. Sin ellas, nunca podrían conocerse plenamente las causas del accidente.
Bouillard dijo que la búsqueda de las cajas negras del avión se extendió 10 días, hasta el 10 de julio.
Las llamadas «cajas negras» — que en realidad son de un tono anaranjado fuerte — reposan en alguna parte de una cordillera submarina llena de grietas, con terreno áspero y desigual.