Boracay, Filipinas | viernes 25/10/ Filipinas reabrió oficialmente este viernes a los visitantes la isla de Boracay, tras seis meses de cierre, imponiendo nuevas normas para luchar contra la contaminación y los estragos causados por el turismo de masas.
Al considerar que la afluencia masiva de visitantes había transformado este rincón paradisíaco en una «cloaca», el presidente filipino, Rodrigo Duterte, ordenó en abril el cierre de la isla, la más popular del archipiélago.
Con la medida, se pretendía limpiar el sitio, poner orden a un desarrollo hotelero anárquico e incluso construir plantas depuradoras.
La nueva Boracay cuenta con nuevas reglas, como la prohibición de fumar o de beber alcohol en sus playas de arena blanca, así como restricciones al número de turistas autorizados y al número de hoteles. Además, se están llevando a cabo obras de reforma.
Entre los primeros turistas llegados el viernes, algunos extranjeros no habían pisado nunca Boracay y lo hicieron atraídos por la idea de encontrar una isla limpia y menos congestionada.
«Cuando veía las fotos de los turistas en Boracay, como sardinas en lata, no me daban ganas de venir», contó a la AFP Josef Fuchs, un alemán de 61 años. «Pero creo que podré pasar unos días agradables aquí».
Otrora destino predilecto de los moteros, la pequeña isla de las Visayas no mide más que 10 kilómetros cuadrados. A lo largo de las décadas se ha ido remodelando para albergar hasta dos millones de visitantes anuales.
En temporada alta, podían llegar a alojarse en la isla al mismo tiempo hasta 40.000 turistas.
Y aunque esta industria haya generado 1.000 millones de dólares en volumen de negocio anuales, también ha comportado la acumulación de montañas de basura -una cantidad que sobrepasaba con creces las capacidades de gestión de residuos de la isla- y una atmósfera festiva permanente de la que se cansó el gobierno.
A partir de ahora, la isla solo podrá acoger a 19.200 turistas al mismo tiempo, una cuota que las autoridades pretenden hacer respetar mediante controles.
El gobierno también expulsó del litoral a masajistas, vendedores ambulantes, perros vagabundos e, incluso, a los emblemáticos escultores de arena. Se eliminaron las construcciones salvajes para crear una servidumbre de paso de 30 metros de ancho frente al mar.
ajm/jm/jac/hh/jvb
© Agence France-Presse