Haitianos buscan desesperados a parientes desaparecidos

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Por MICHELLE FAUL

PUERTO PRINCIPE — Ellos esperan frente a las escuelas derruidas o los mercados colapsados, en busca de sus hermanas, padres, hijos, novios, cónyuges.

Organizan vigilias en edificios destrozados, al saber que ése fue el último lugar donde se vio a sus hijos, o miran hacia los montones de concreto, donde sus madres solían hacer las compras.

Entre las ruinas de Puerto Príncipe —y desde computadoras en todo el mundo— la gente está desesperada por saber si sus seres queridos están entre los vivos o si han sido sepultados en una tumba colectiva y sin nombre.

En la colina de escombros que era antes el lujoso Hotel Montana, Johanne Larebours no parece acariciar más esperanzas. Pero dice: «Tento que mantenerlas, porque todavía hay gente viva ahí».

Su hermano Alain estaba en el restaurante del hotel cuando sobrevino el terremoto del martes.

Nadie sabe cuántas decenas de personas desaparecieron en el hotel, porque el registro de huéspedes está enterrado. Pero Lerebours acudió cuando escuchó que los sabuesos de rescate habían encontrado a tres personas vivas entre los escombros, el sábado por la mañana.

Su estado de ánimo cambia súbitamente entre la desesperanza y el optimismo. Mientras hablaba la profesora de jardín de infantes, de 43 años, los trabajadores de rescate descendieron de la montaña de concreto, cargando un cadáver en una bolsa plástica plateada.

«Sólo espero que no sea ahí donde yo encuentre a mi hermano. No lo sé y necesito saberlo», dijo.

Empero, no podía decidirse a mirar al interior de ninguna bolsa el viernes, cuando se preguntó a la gente si alguien podía identificar a alguna víctima del hotel.

«Estaba claro que los cadáveres en las bolsas estaban ya hinchados. Yo no podía soportar la idea de que ése fuera el último recuerdo de mi hermano. Finalmente miré en una. Tenía sólo las piernas de alguien».

Los haitianos en el extranjero están utilizando páginas de internet y redes sociales para buscar a sus familiares, pero dentro de este país caribeño, la gente recurre a métodos menos tecnificados. Pregoneros populares recorren los barrios, anunciando los nombres de los desaparecidos y la ubicación de los parientes que tratan de encontrarlos.

El sismo ocurrió poco antes de las 17:00 del martes, cuando muchos trabajadores estaban fuera de casa. Tras el colapso de los edificios, los sobrevivientes aturdidos lloraban por sus seres queridos y vagaban en medio de los cadáveres en las calles, muchos irreconocibles.

El sistema de comunicaciones del país, que ya era malo, simplemente se vino abajo, tanto por el derrumbe de las torres de transmisiones celulares como por la saturación de llamadas de la gente que trataba de localizar a familiares y amigos.

Sólo una red celular funciona actualmente, y eso de manera esporádica. Las líneas telefónicas están muertas. Los haitianos nuevamente tienen que recurrir a «radio jol» (radio bemba), propagando las noticias de boca en boca.

La Cruz Roja abrió el jueves una página de internet para que los familiares y amigos publicaran los nombres de los desaparecidos. En sólo 24 horas se enlistaron más de 18.000 nombres.

Los funcionarios instalaron también algunas mesas de atención en Puerto Príncipe, donde la gente puede registrar a los desaparecidos a partir de este domingo.

«La gente puede darnos información, y nosotros hacemos el seguimiento y podemos poner a alguien en contacto con su familia», dijo Simon Schorno, vocero del Comité Internacional de la Cruz Roja, con sede en Ginebra.

Hubo muchos rescates milagrosos en los últimos dos días en Haití. El jueves se realizó otro.

Cuando Reinhard Riedl escuchó que el hotel se había derrumbado, temió por la vida de su esposa, Nadine Cardoso, copropietaria del edificio.

Se sintió esperanzado, por el reporte de que un hombre, que buscaba entre los escombros, había indicado que la mujer estaba viva. Pero cuando el hombre fue rescatado, resultó que hablaba de otra persona.

«Perdí a Nadine una segunda vez», dijo Riedl, sentado frente al hotel.

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