Por JULIET WILLIAMS
SACRAMENTO, California, EE.UU. — La llegada de cuatro niños mexicanos con graves quemaduras enfocó la atención en un hospital californiano que ha sido una tabla de salvación para numerosos mexicanos con ese tipo de lesiones.
Cuatro de los sobrevivientes al incendio de una guardería de Hermosillo en el que fallecieron 44 menores fueron trasladados al Hospital de Niños Shriners de Sacramento (Shriners Hospitals for Children-Northern California), que funciona desde hace 12 años y sirve como centro regional para niños con quemaduras graves de la región occidental de Estados Unidos, México y Canadá. Las familias de los menores dicen que la institución les da esperanzas en un momento traumático.
«Sentí como si me hubiese encontrado unos ángeles que van a cuidar de nuestros niños», declaró Olivia Fontes Díaz, madre de un niño de dos años con quemaduras en el 20% de su cuerpo.
El hospital fue inaugurado en 1997 y se especializa en quemaduras, cirugía ortopédica, lesiones en la columna y cirugía plástica. Trata a unos 3.000 pacientes por año.
Una tercera parte de los pacientes han sufrido quemaduras y uno de cada cinco quemados viene de México. Una empleada de la institución, Catherine Curran, dijo que hay 80 camas y que es el centro pediátrico de atención de quemados más activo de California. La misma cadena tiene otros centros de quemados en Cincinnati y Boston.
Un centro para quemados de Galveston, Texas, que atendía la mayoría de los pacientes mexicanos tuvo que cerrar en el 2008 por los destrozos causados por el huracán Ike y no ha vuelto a abrir sus puertas.
Los médicos de los hospitales Shriners están acostumbrados a ayudar a sus colegas mexicanos a hacer diagnósticos y a planificar tratamientos de quemados. Dos veces al año dan seminarios en Hermosillo.
La relación entre médicos y pacientes generalmente dura años, pues los pacientes regresan para seguir recibiendo tratamiento. Con frecuencia los médicos ven cómo un niño se transforma en un adulto.
«Es una dinámica muy bonita. Nos gusta trabajar con los mexicanos», comentó David Greenhalgh, jefe de la sección de quemados. «Es muy reconfortante ver cómo estos niños crecen y llegan a ser ciudadanos productivos».
Los niños requieren muchas operaciones porque al crecer son necesarias más intervenciones en las áreas donde tienen cicatrices. También requieren terapia física y ocupacional, señaló Greenhalgh.
Equipos de terapia física y respiratoria, nutricionistas y psiquiatras ayudan con los traumas psicológicos dejados por las quemaduras. Hay una escuela a la que asisten los pacientes que deben pasar meses en el hospital.
Rosa Uvásquez, de Mexicali, dice que cree que sus tres hijos habrían muerto de no haber sido traídos de inmediato al hospital de Sacramento tras sufrir quemaduras al incendiarse una casa hace un año y medio. Su hijo mayor sigue recibiendo tratamiento.
Ralph Semb, director ejecutivo de los hospitales para niños Shriners, que opera 22 centros, dijo que esas instituciones no cobran por sus servicios.
«Nos enorgullecemos de que somos uno de los pocos (centros de salud) que no reciben subvenciones ni le cobran a los seguros médicos», manifestó.
Los Shriners son una orden fraternal nacida nace 137 años. La recesión los ha golpeado y en julio decidirán si cierran seis hospitales, incluido el de Galveston.
Dado que las primeras horas son vitales en los casos de quemados, los médicos de Shriners están disponibles las 24 horas del día para consultas. Con frecuencia asisten en el tratamiento de pacientes a la distancia, usando conexiones de video para poder ver la magnitud de las lesiones.
En el incendio de la semana pasada en Hermosillo, los médicos mexicanos tomaron fotos de los quemados e hicieron consultas telefónicas con los especialistas de California. Así se determinó quiénes eran los niños con las lesiones más graves y esperanzas de sobrevivir que debían ser trasladados.
La organización caritativa mexicana Michou y Mau trabaja mucho con los hospitales de Shriners y arregla el traslado de niños con lesiones graves, que a menudo son acompañados por médicos. El costo de un traslado desde México es de entre 30.000 y 35.000 dólares.
«Hacen un gran trabajo. Hemos enviado casi mil niños, que hubieran muerto si se quedaban en México», declaró Virginia Sendel, presidenta de la fundación mexicana, llamada así en homenaje a una hija y un nieto que murieron en un incendio.
Sendel dijo que los hospitales mexicanos no tienen los conocimientos que hay en los centros de Shriners.
«México no tiene cómo darle las gracias a los Shriners», declaró.
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