Miles acuden a ver a un niño curandero en Indonesia

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BALONGSARI, Indonesia (AP) — Ponari era un niño como cualquier otro en Indonesia, hasta que fue alcanzado por un relámpago. Cuando se despertó, dice la gente, encontró una piedra gris en su cabeza, con poderes curativos mágicos.

Muy pronto, decenas de miles de personas estaban haciendo cola bajo el ardiente sol durante horas, a veces días. La gente llevaba tazas, bolsas plásticas o baldes con agua, esperando que el chamán de nueve años mojase la piedra para transformar el agua en una cura para todo.

«Yo he ido a hospitales, pero es horrible», dice Mohammad Anas, un hombre de 65 años que padece de hipertensión. «Fue muy caro, me enviaban de departamento a departamento, esperando en colas largas, llenando formularios, y al final, seguí enfermo… Prefiero tratar aquí».

El interés en Ponari refleja la vieja popularidad de los chamanes en Indonesia, donde el hinduismo, el budismo y las creencias animistas dominaban antes de que comerciantes del siglo XIV trajesen el islam. Pero también indica que algunas personas, como Anas, están hastiadas del descuidado sistema de salud pública en esta nación de 235 millones de personas.

Escasez de fondos y caóticos esfuerzos de descentralización han obligado a muchas clínicas locales en las partes más pobres del país a reducir operaciones en años recientes, disminuyendo el tiempo y dinero empleado en educación, vacunación y contactos con la comunidad.

El resultado: un aumento enorme de los casos de sarampión, tuberculosis y otras enfermedades prevenibles, y diagnósticos a menudo demasiado tardíos de enfermedades como hipertensión, cáncer y apoplejía.

«El gobierno no se gasta lo que debería», dijo Zuber Safawi, un legislador que encabeza la comisión de salud del parlamento, quien hace notar que solamente el 1,1% del producto interno bruto del país es destinado a ese sector. «Eso muestra una falta real de voluntad política».

Pocas personas, si acaso, recuerdan una histeria similar de un curandero, mucho menos uno tan joven como Ponari. El niño está exhausto y apenas puede mantener la cabeza en alto mientras es llevado en la espalda por un hombre, al tiempo que otro sumerge sus manos en recipientes de agua.

Las colas de gente para verle se extienden kilómetros, y él ha generado más de 50.000 dólares para la economía de la empobrecida aldea de Balonsari. Cuesta 50 centavos ver a Ponari y mucha gente dona más dinero.

Tan deseosa está la gente de ver al niño chamán que cuatro personas murieron en una estampida en febrero para alcanzarle, obligando a la policía a suspender temporalmente su práctica. Reabrió posteriormente, pese a objeciones del padre del niño. Aldeanos golpearon al padre en el rostro luego que éste se quejase de que Ponari estaba siendo explotado y debería ir a la escuela y jugar con sus amigos.

«Esto es un fastidio, no hay dudas, pero es más barato y mejor que ir a un hospital», dijo Sudarmanto, un diabético de 45 años, mientras forcejeaba con las muchedumbres para ver a Ponari, alquilar una habitación y encontrar un lugar para estacionar su auto.

Otro diabético, Suyatman, 60 años, viajó 257 kilómetros para ver al niño.

«Yo simplemente no confío en las clínicas estatales», dijo.

Otra mujer asintió, sonriendo mientras mostraba su boleto con su número en cola — 4.138 — escrito con bolígrafo en un pedazo de papel morado.

Ellos, como otros, dijeron que inicialmente estaban entusiasmados con un programa gubernamental implementado hace varios años para proveer atención médica gratuita a los sectores más pobres. Pero muy pronto se exasperaron con el laberinto de papeleo y las interminables colas, resultado de tanta gente acudiendo a los hospitales.

El plan, que muchos dicen ha sido mal implementado, es una carga para el estado. Algunos hospitales tuvieron que esperar siete meses para ser reembolsados. En muchos casos, los pacientes con las tarjetas del seguro dijeron que temían que médicos descontentos no les diesen la misma atención que ofrecen a quienes pagan por adelantado.

La ministra de Salud Siti Fadillah Supari insiste en que el caso de Ponari no tiene nada que ver con el estado de salud pública en el país.

«Se trata de gente desesperada en busca de milagros», dijo en un mensaje de texto. «En cuanto se den cuenta de que no van a recibir esos milagros, el fenómeno se acabará».

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