Tiananmén: La batalla por preservar la memoria

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Por CHARLES HUTZLER

BEIJING — Hace 20 años, Cui Weiping era una joven poetisa a la que no le interesaba demasiado la política. Pero dice que nunca pudo olvidar la noche de junio en que su esposo regresó a casa con los pantalones manchados de sangre derramada por gente que había sido baleada por el ejército chino.

Ahora Cui ha decidido hacerse escuchar y tratar de rescatar la memoria del movimiento prodemocrático que en 1989 tomó la plaza Tiananmén y fue reprimido violentamente por el gobierno, el cual desde entonces se ha asegurado de que nadie hable del tema.

Al cumplirse el jueves el 20mo aniversario de lo que los chinos llaman el «4/6» (la represión del 4 de junio), Cui, una profesora de la Academia Cinematográfica de Beijing, siente que tiene la obligación de rememorar lo ocurrido.

«No fuimos responsables de haber disparado hace 20 años. Pero sí somos responsables de no haber hablado del 4/6 estos 20 años», expresó Cui, una mujer de pelo corto, aspecto delicado y modales suaves.

A mediados de mayo, Cui, de 53 años, hizo una disertación acerca de la obligación de hablar del tema ante un pequeño grupo de liberales como ella. Puso sus comentarios, bajo el título «¿Seguiremos con este silencio?», en su blog. El artículo fue eliminado por los censores y difundido nuevamente por otros. Cada vez que es difundido, los censores lo eliminan.

Lo ocurrido hace dos décadas sigue siendo un tema fundamental para muchos chinos, por más que el gobierno haya logrado convertirlo en un asunto instrascendente para lo mayoría de la población, apelando al sorprendente crecimiento económico, sofisticadas técnicas de propaganda e incluso la represión para evitar que se hable de él.

El tema es importante porque a medida que China se transforma en una potencia económica y diplomática, sus líderes ofrecen su sistema como un modelo que puede ser una alternativa al capitalismo, en momentos en que las democracias occidentales se tambalean a raíz de una crisis financiera. Los chinos quieren ser asociados con la reconstrucción de ciudades como Shanghai y con los impecables Juegos Olímpicos de Beijing, no con la represión de Tiananmén. La propia plaza ha sido reconstruida y se ha instalado césped en algunos sectores, para que no se vea tan fría y amenazante.

Los recuerdos, no obstante, siguen aflorando. «El 89 es como una rata muerta en el sistema político chino, que apesta cada día más», declaró Anne-Marie Brady, experta en China de la Universidad de Canterbury, Nueva Zelanda. «Van a tener que hacerle frente a ese tema en algún momento».

La manifestación de Tiananmén fue producto de una ola de fervor reformista que recorrió China y el bloque soviético. Tras la muerte de un popular líder reformista, los estudiantes de Beijing se congregaron en la plaza para exigir cambios. Terminaron ocupando la plaza por varias semanas y atrayendo a un millón de personas, según algunos estimados. Gente de toda China se plegó a la protesta, amontonándose en torno a una improvisada Estatua de la Libertad. Cuando los elementos más radicales tomaron el control de la protesta, se produjo la intervención militar, en la que murieron cientos de personas. En un memorable acto de resistencia, un individuo que llevaba una bolsa de papel se plantó frente a una columna de tanques.

Si bien rara vez hablan de ello, la gente mayor de 30 años recuerda las manifestaciones y los meses de ley marcial.

En la internet circuló durante un tiempo en marzo una publicidad de camisetas con la inscripción VIIIIXVIIV, números romanos que quieren decir ’89 6/4, hasta que fue quitada por los censores. En julio del año pasado un periódico, Noticias de Beijing, publicó dos páginas con fotos de la China de la década de 1980, incluida una en blanco y negro de la AP titulada «Los heridos», que muestra a varios muchachos ensangrentados en un carro de tres ruedas. Ningún texto explicaba de qué se trataba la foto, pero muchos se dieron cuenta de que ilustraba la represión en Tiananmén. El gobierno eliminó el reportaje del portal digital y ordenó que se retirase el diario de las estanterías.

Conmocionada por las protestas y por el derrumbe del comunismo en Europa oriental, Beijing lanzó una campaña para garantizar la permanencia del Partido Comunista en el poder. Fijó reformas de libre mercado y mejoró los niveles de vida. Se reforzaron los departamentos de propaganda. Adoptaron las técnicas propagandísticas más avanzadas de occidente, copiaron las formas de entretenimiento de Hollywood y domesticaron la internet. Se comenzó a difundir un nuevo mensaje nacionalista: el partido seguía siendo un bastión de la resistencia contra los esfuerzos estadounidenses por impedir la grandeza de China.

Por sobre todo, la conducción reformó el partido. Sus ideólogos estudiaron las lecciones dejadas por la caída del comunismo en otros sitios. Se le abrieron las puertas a los empresarios emprendedores, eliminando una posible fuente de oposición. Se renovó y capacitó a la burocracia estatal para que respondiera mejor a las necesidades de la gente. Las arcas estatales se llenaron con los impuestos de las nuevas empresas y fue posible ayudar a los trabajadores que se quedaron sin empleo y a los campesinos que no lograron participar del boom económico.

«Todo partido gobernante, no importa cuán poderoso sea, que tan imponentes sus calificaciones, o la duración de su reinado, si se anquilosa, se detiene y deja de hacer progresos, actúa en forma conservadora y rígida, y no piensa cómo encarar el futuro, pierde su creatividad y se queda sin energía», reiteró el vicepresidente Xi Jinping en septiembre pasado ante altos funcionarios.

Impedir que se hable de Tiananmén y el arresto y el hostigamiento de los disidentes es una herramienta más osada de esta política. Para la poetisa Cui, el tabú es un instrumento humillante que usa la conducción para que la gente sea cómplice en la preservación del monopolio político del PC.

«El permitir que haya semejante agujero en nuestras vidas hizo que nuestra ética resultase borrosa y problemática», expresó el 10 de mayo ante un grupo de académicos y activistas.

Cui estaba en su casa la noche de la represión. Su esposo, igual que tantos otros residentes de la capital, estaba en la calle. Por años, dijo Cui, la depresión empañó sus recuerdos del episodio. La traducción al chino del libro «Cartas abiertas» de Vaclav Havel, el dramaturgo que llegó a ser presidente de la República Checa tras la caída del comunismo, la ayudó a recuperar sus memorias y su voz. Su blog, que difunde a través del principal portal de internet chino, a menudo incluye comentarios sociales mordaces. La censura del gobierno es uno de sus blancos preferidos.

Cui considera que la represión sigue siendo un asunto espinoso para muchos chinos, incluidas las nuevas generaciones, que se supone son apolíticas. En el país circulan copias ilegales de DVD de «La puerta de la paz celestial», un documental distribuido en 1995 sobre el movimiento prodemocrático.

En algunos portales se discute qué prendas usar para conmemorar el aniversario. Y hay quienes proponen el blanco, tradicional muestra de luto.

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