Vuelta 2020 con Vinos de España: Doix 2016 (DOC Priorat)

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By Unipublic/Charly López

Londres. Por Juan Carlos Rincón.-  Contra todos los pronósticos el gigante inglés formado en España, Hugh Carthy , venció a los favoritos en la etapa 12 de alta montaña en La Vuelta 2020 y en la cima del exigente Alto de L’Angliru logró la victoria más importante de su carrera, hizo la selección final de candidatos, entró al podio temporal (3°) y dejó claro que es uno de los cuatro ases que definirán el campeón desde el martes próximo. La diferencia de este Póker es apenas 35″.

El ecuatoriano Richard Carapaz recuperó el liderato y le tomó 10″ al campeón vigente, Primoz Roglic, quien flaqueó por segunda vez y  de no haber sido “remolcado” por su compañero Seep Kuss en el momento de angustia en las rampas más duras, habría podido sufrir un desastre. Ahora Carthy es tercero a 32″, delante del veterano irlandés Dan Martin a 35″ y del español Enric Mas (a 1:53″), quien estuvo a la ofensiva y logró rescatar unos segundos en una jornada negativa para Movistar que sufrió el desplome de Marc Soler (vencedor de la 2a etapa) que del 6° lugar cayó al 19 a más de 17 minutos, en tanto que el veterano Alejandro Valverde perdió 2:40″ y ya no cuenta para el podio.

En el mítico Alto de L’Angliru, Hugh Carthy logró la mayor victoria de su carrera y confirmó su potencial.

Carthy, de 26 años, es el ciclista más alto del pelotón de La Vuelta (1,93ms) y único británico que habla español fluidamente. Desde hace cinco años vive en Pamplona, la cuna de Miguel Indurain, otro gran ciclista. Empezó en la escuadra continental británica Rapha-Condor de propiedad de la marca de ropa para ciclistas Rapha -dotó a Sky (2012-2016) y desde 2019 a Education First- y el fabricante de bicicletas y cadena de  tiendas “Condor Cycles” de Londres, en una de las cuales (en Hackney) trabajó y se contagió del virus su compatriota Tao Geoghegan Hart, nuevo campeón del Giro d’Italia hace solo una semana.

Hugh Carthy es un escalador poderoso y buen rodador que despegó en el equipo español Caja Rural (2015-2016) en Pamplona cerca de los Pirineos, antes de pasar al Cannondale (hoy Education First) que lidera Rigoberto Urán. Ciclista disciplinado, introvertido y bien enfocado en su carrera, rechazó a los 22 años -en 2017- una oferta del poderoso Sky (Ineos) y prefirió crecer en la estructura estadounidense, más familiar y modesta, que además tiene como director técnico al ex-ciclista Juanma Garate y la sede operativa en Girona!.

El equipo británico lo buscó luego de ganar a los 21 años (2016) la Vuelta a Asturias -único inglés que lo ha logrado- y de terminar 9° y mejor de los jovenes en la Vuelta a Catalunya, apenas 15″ detrás de Chris Froome y también 15 delante de Urán, hoy compañero de escuadra. Cerebral y alejado de distracciones, Hugh Carthy dejó Preston (Lancashire) para vivir a 1.690 kilómetros de distancia dedicado por entero al ciclismo, practicar la cocina y progresar a diario sin distracciones. El año anterior ganó una etapa y fue campeón de montaña en la Vuelta a Suiza y en febrero pasado terminó 4° (a 10″ del podio) en el Tour de La Provence que ganó Nairo Quintana.

Carthy no es un aparecido. En el Tour de France fue el tercer hombre de EF y a La Vuelta llegó como segundo de Daniel Martínez, que se retiró por una caída en la 3a etapa. Hoy es el “gallo tapado” para dar la gran sorpresa de la edición 75 y tiene una escuadra homogénea de jóvenes y veteranos como Michael Woods y Tejay Van Garderen (7° y 10° en la Vuelta 2017) para respaldarlo desde el miércoles, luego de la etapa contra-reloj individual del martes en Galicia (33,7 kms) junto al vibrante puerto de La Coruña. Sobre una distancia y trazado relativamente similar el año pásado en el Giro d’Italia (34.8 kms entre Riccione y San Marino), Roglic triunfó y le tomó 1:30″ a Carthy y 1:55″ a Carapaz, el futuro campeón.

Este lunes se cumplirá el último descanso de La Vuelta 2020; la oportunidad de recuperar fuerzas antes de la última semana de carrera y el Mirador de Ezaro el martes, cuando la general volverá a cambiar. Lo que no cambia es la fuerza y dinamismo de los vinos de Priorato, considerados hoy entre los mejores del mundo, y uno de los cuales fue el invitado a La Vuelta 2020 con Vinos de España para armonizar con la etapa más intensa y dura de la carrera hasta hoy: Doix 2016 de viñas viejas (algunas centenarias), galardonado con medalla de Platino en el concurso vinícola DWWA (Decanter World Wine Awards) 2020, en septiembre anterior.

Un vino complejo con la cena mediterránea en la etapa más dura de la Vuelta 2020 con Vinos de España.

Soy hijo de un químico inquieto que me bautizó muy pronto, en los años 70, con los antiguos Priorats d’Scala Dei y Muller de antes del boom y la nueva fase de proyección mundial. Eran vinos intensos en color, fuertes en grado alcohólico (llegaban hasta 16.5-17%), ásperos y rústicos, que tocaba decantar varias horas y beber pocas copas. Los aventajados eran los miembros de la curia, importador directo de los proveedores de vinos del Vaticano, algunos de los cuales llegaban a Colombia en las tradicionales “Damajuanas” para el consumo general y los otros en botella (Prioratos, abocados, generosos, blancos secos) para los obispos y cardenales. El primo de mi padre, el sacerdote jesuita, físico y profesor, José Manuel Venegas Rincón, era el contacto de aprovisionamiento familiar y de allí mi “contagio”. Mi padre le agregaba un chorro de agua al vino porque era muy fuerte, y claro “para que no se entere su madre”. Yo tendría 12-13 años.

Mi padre tuvo muchos primos, uno de los cuales hizo fortuna y le ofrecía vinos franceses y también españoles. “José es tan macho que es capaz de tomarse sólo una botella de Priorato”, me dijo un día. Mi recuerdo más lejano de un Priorato era de un Muller de 1978 hasta que hace cinco años en Londres durante una clase magistral con 10 renombrados productores de Priorats, entre ellos Mas Doix, en el encuentro de Vinos mediterráneos organizado por la revista Decanter en marzo (2015), Scala Dei presentó un 1974. Fue como una vuelta al pasado y el cierre final del círculo.

De esas evocaciones “atemorizantes” de la infancia me liberé muchos años después, en los 90 en Europa, cuando reencontré los Prioratos renovadores y renovados. Luego tuve mi sanación en 2002 con una terapia de choque: mi primera visita a la región del Priorat en compañía de mi gran amigo Máximo Mewe (qepd), por muchos años presentador estrella de los noticieros de La Voz de América y Radio Nederland, donde trabajamos juntos. Máximo, su esposa la poeta Natalia Fernández, mi Elizabeth y yo, recorrimos los viñedos en colinas, pendientes, barrancos y tierras áridas de Gratallops, Bellmunt, Falset, Porrera, Scala Dei y también Monsant, antes de que tuviera Denominación de Origen propia.

Aquellos cultivadores de viñas nacidos después de la segunda guerra mundial, fueron los salvadores del Priorat y luego vino el movimiento renovador de los años 90. Las viñas de Garnacha y Cariñena, varias de ellas centenarias, creciendo entre los suelos de pizarra (llamados licorella) y mica, son mágicas, como la aridez y la acariciante brisa fresca que ayuda a soportar el verano, la época en que estuvimos. Tengo muy grabada la imagen de una curva de la carretera cerca de la antigua cooperativa donde el tajo en la tierra había dejado al descubierto las raíces de las vides descendiendo de la colina (10 metros o más!) en busca del agua vital. Una revelación. Nada que ver con las extensas plantaciones bordelesas, los bien cuidados climats de Borgoña o los viñedos ondulantes de la Toscana. En Priorat la viña no vive, sobrevive! Y cada planta produce menos de un kilo de uva, con lo cual estamos hablando de rendimientos mínimos y de exclusividad máxima.

Ha pasado casi medio siglo después de mi entronización en los vinos del Priorat en la casa paterna de la Diagonal 53 en Chapinero. Y he disfrutado y probado después decenas de Prioratos magníficos, provenientes de viñedos únicos, antiguos, sobrevivientes de suelos históricos, pobres, duros, que labraron siglos atrás los monjes cartujos (siempre la curia!). Sus dominios constituyeron el Priorat y la Cartoixa d’Scala Dei fue la cuna histórica de aquellos “vinos payés” de los clérigos, convertidos hoy en complejas, modernas y prestigiosas botellas de vinos tintos y también blancos (más exclusivos y muy recomendados), que producen 82 bodegas registradas en la región vitivinícola DOCa Priorat.

Una de ellas es Mas Doix, creada en 1998 en Poboleda, cuando las familias Doix y Llagostera decidieron seguir la tradición vitivinícola que venía de 1850. En 1902, luego de superada la plaga de la filoxera, se plantaron de nuevo vides de Garnacha y Cariñena, pero la cosecha se enviaba a la cava cooperativa. Hoy la bodega produce seis vinos; dos varietales de aquellas plantas centenarias, uno de Cariñena y otro de Garnacha (etiquetados 102 y 103, respectivamente), tres vinos de mezcla y un blanco (Murmuri). Tiene el nivel de Vinos de Pago y es una de las selectas 39 que integran la asociación Grandes Pagos de España.

La esencia, el ADN de Priorato es la mezcla de las uvas autóctonas Cariñena y Garnacha, aunque también están autorizado el uso de Tempranillo, Picapoll Negre, Merlot, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Pinot Noir y Syrah (Shiraz). En sus dos vinos elaborados con las viñas más jóvenes, Salanques y Les Crestes, la bodega incluye un 10% de Syrah. Pero indudablemente que el vino estelar y del cual sólo se producen 3.500 botellas anuales, es el Doix. Los viñedos están situados en pendiente, a una altitud de 350-500 metros sobre el nivel del mar y para su elaboración se usan uvas que provienen de vides de entre 80 y 105 años. La exigente selección significa que cada planta produce menos de 500 gramos de uva.

Valenti Llagostera me explicó que en 2016, la climatología fue caprichosa pero muy favorable; el invierno más húmedo en cinco años y uno de los veranos más secos de la historia. La añada 2016 lo refleja claramente; es un vino con fuerza y grado alcohólico, 15%, que tiene una crianza de 16 meses en barricas de roble francés de madera de grano extrafino. El vino se embotella sin clarificar ni filtrar.

Decanté la botella por una hora para que el vino “abriera” con la aireación. Es de color granate oscuro intenso -casi llegando al violeta- que tintura la copa y deja ver su densidad, cremoso con lágrimas lentas (buena señal). La nariz es compleja con notas de fruta negra, ciruela pasa, finas hierbas, vainilla, mermelada de frambuesa , eucalipto y menta. En boca me intrigó más. Por su fuerza, juventud y grado alcohólico, el vino es intenso y potente, dejando apreciar la trama frutal, pero sobre todo la sensación terrosa y mineral del suelo pizarroso, la frescura del eucalipto y café suave, higos, frutos pasos y pimientas, con una ligera astringencia final no agresiva, secante pero nunca es amargo.

Es un ensamblaje de 55% Cariñena y 45% Garnacha, que creo es la que le aporta la frescura y notas especiadas.  Es un vino intenso y vibrante pero aún muy joven, necesita un mayor tiempo de evolución en botella, al menos cinco años, para expresarse en plenitud de armonía. Es un vino excelente, 96 puntos en mi escala, equivalentes a 18/20 en la valoración tradicional inglesa, “Tre bicchieri” e Italia.

El menú de Elizabeth para acompañarlo fueron filetes de espalda de cerdo (más grasos) marinados al vino blanco con menta natural, acompañado de berenjenas en rodajas en salsa mediterránea cubiertas con queso parmesano y papas al vapor con mantequilla y orégano. En esta ocasión, confieso, el vino dominó al plato. Seguro acompañará mejor un Churrasco, un bife de chorizo argentino, carnes fuertes (venado, jabalí, rabo de toro) y un buen queso manchego u otros curados, que no tenía en esta ocasión. Otra lección aprendida.

Lo cierto es que los vinos que han hecho parte de la construcción personal siempre estarán en nuestro corazón, es tema de historia, afecto y pasión. En mi caso los Priorats están en ese panteón y Doix es un digno representante de estos Grandes Vinos españoles.

* Sitio web de la bodega Mas Doix: www.masdoix.com/esl

VIÑEDOS DEL PRIORAT: En Priorat, la viña se distribuye en altitudes que van desde los 100 metros sobre el nivel del mar en las partes más bajas (Bellmunt del Priorat y el Molar), hasta los 750 metros en las partes elevadas, Morera de Montsant y Porrera. Los cultivos se realizan en pendientes que superan el 15% de desnivel en la mayoría de casos, aunque en algunas fincas llegan al 60%. Esa difícil orografía en la zona obliga a cultivar las viñas en “coster” (catalán), algunos de los cuales no permiten un acceso mecánico y es obligada la cosecha manual, como en el caso de Mas Doix. Debido al tipo de terruño y el clima peculiar, las plantas sufren mucho y producen poco, y las vendimias son largas; empieza a mediados de septiembre en Bellmunt y el Lloar y se extiende hasta fin de octubre o principios de noviembre en Porrera y la Morera de Montsant.

De muy baja producción, el Priorato blanco es un vino muy interesante a descubrir, al estilo de los blancos de Chateauneuf du Pape. Para estos vinos, las variedades empleadas son Garnacha blanca, Macabeo y Pedro Ximénez, y en menor proporción Chenin blanc, Moscatel de Alejandría, Moscatel de grano menudo, Blanquilla, Picapoll blanco y Viognier.

 

Tomado del portal rincondecata.com

 

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