Los bien muertos

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Bogotá, D.C., noviembre 14 de 2020. Escrito por Jaime Honorio González. @JaimeHonorio ¿Ha visto morir a un hijo? ¿Ha escuchado sus gritos tratando de escapar de un incendio?

Doña Rosa sí, le pasó hace 2 meses, en Colombia, ni crea que fue por allá en esos lejanos países de otros continentes donde la vida no vale nada. Fue aquí, en nuestro querido país, exactamente en Soacha.

Lo que pasó en la estación de Policía de San Mateo fue una completa locura. Van 9 muertos, todos quemados por un incendio que alguno de ellos inició, atrapados en una miserable celda de 12 metros cuadrados, donde soportaron las llamas y respiraron el humo por casi media hora. Apenas 2 sobreviven pero están muy mal.

Si va a decir que lo tenían bien merecido porque si estaban ahí era por hamponcitos, mejor pare y váyase a hacer lo que tenga que hacer mientras piensa que Usted sí es un ciudadano ejemplar y un gran ser humano. Tranquilo.

Uno se murió allí mismo y los otros 8 salieron vivos por fuera pero muertos por dentro. Como Jeisson Andrés Conde, de 22 años, el hijo mayor de doña Rosita, una humilde señora que trabaja todos los días y que estuvo desde temprano -frente a la estación- ese viernes 4 de septiembre.

Rosita, su hermana y su hijo menor llegaron como a las 8 de la mañana a intentar ver a Jeisson, detenido en ese lugar desde hacía varias semanas. Días antes, la Policía había ido a su casa para detenerlo pero no llevaban la orden de captura, así que ella no lo permitió.

Pero doña Rosita es una mujer decente y ella misma lo acompañó a que se presentara a la Fiscalía de Soacha a ver qué era lo que pasaba. Lo detuvieron al instante, así que ese 23 de julio su hijo quedó oficialmente capturado.

Desde esa fecha, todos los días iba a visitarlo, a hablar con él, a llevarle cositas, las galguerías que le gustaban, unas zapatillas, alguna ropa, lo que pudiera lo empacaba temprano y se lo llevaba. Casi nunca logró verlo y después supo que los guardias rara vez le entregaban algo.

El jueves, un día antes de la tragedia, Jeisson logró contarle por un celular que los policías lo habían desvestido, golpeado y amenazado. Por eso, al otro día, se fue temprano a San Mateo y pudo observarlo a través de una pequeña y lejana ventana, por donde -horas más tarde- terminarían viéndose las crudas escenas de 10 y 20 segundos que circulan en redes. La tragedia en cortes de video.

  • ¿Y por qué estaban castigados?
  • Porque los policías dijeron que ellos se habían tirado el televisor.

Apenas supieron que las visitas estaban suspendidas, los detenidos comenzaron a gritar por la ventana a sus familiares. “Mamita, llévese todo porque ellos se lo cogen todo, no nos dan nada. Y me mostró los brazos, la espalda, todo, parecía como si le hubieran dado con un palo, y ahí todos los muchachos empezaron a mostrarme lo mismo y comenzaron a tirarme papelitos con los teléfonos de las mamás para que les contara lo que les habían hecho. Pero esa ventanita estaba muy lejos y los papelitos no me alcanzaban a llegar”.

La distancia acabó con la única esperanza de los presos de comunicarse con sus familias. Mientras tanto, la calle comenzaba a calentarse y la situación adentro, también. Rosa no se movió de ahí ni un instante. Estaba intranquila, dándole largas a esos extraños presentimientos que solo las mamás tienen, las mamás de todos, la suya y la mía, la de los policías y los bandidos, la de los ricos y los pobres, todas, todas sienten lo mismo.

Algunos familiares dicen que -además de los maltratos físicos- los detenidos llevaban varios días recibiendo apenas una comida diaria (muchas veces descompuesta) y por eso -sobre las 11- ya estaban varias familias afuera, presionando la prometida visita.

Sobre el medio día, uno de los detenidos le prendió fuego a una cobija. “Vimos entrar a un policía y pensamos que iba a apagarla pero lo que hicieron fue cerrar la puerta y de un momento a otro, eso se volvió un incendio completo”.

Y eso fue el principio del fin.

Afuera, todos empezaron a gritar que los sacaran y adentro, las llamas crecían, el humo salía por todas partes y sólo se oían gritos de dolor, llamados de auxilio y muchos “sáquenme de acá”.

En uno de esos videos (11 segundos), tal vez de los más angustiantes que he visto en mi oficio, una familiar grita desesperada: “Sáquenlooooos” y se escucha su aterrador llanto mientras se ve a una de las mamás de los detenidos intentando usar una manguera para apagar el fuego y en una confusa escena, a un policía tratando de detenerla, o de ayudarla. Quién sabe.

Luego corrieron a romper los vidrios de un baño lateral y otros salieron a buscar extinguidores donde los vecinos, mientras la puerta de la celda seguía cerrada porque el candado que la sellaba se trabó por acción del calor, dijo un uniformado.

Hasta que alguien logró romperlo. Pero ya era tarde.

“Mi hijo fue uno de los que salió caminando, tenía las manos todas quemadas, estaba sin camisa, golpeado por el pecho y la espalda, se cogía el cuello desesperado. Alcanzó a caminar varios metros, lo echaron en una furgoneta y dijeron que se lo llevaban al hospital”. Ahí se quedaron otras 11 madres de Soacha, completamente destrozadas.

Jeisson tenía el 85 por ciento del cuerpo con quemaduras de tercer grado y el corazón, los pulmones y los riñones habían colapsado por todo el humo aspirado. Sufrió un paro cardiorrespiratorio y por 20 minutos intentaron revivirlo, pero poco antes de la media noche del domingo, murió. Aunque estuviese detenido, fue una muerte miserable.

En su historia clínica aparece un dato escalofriante: “Quemadura del 80% de superficie corporal total por llama (combustión de gasolina)”.

No es el único. El concejal Diego Cancino mostró el de otro: “Paciente con trauma térmico por combustión de gasolina con quemaduras del 40%…”.

Gasolina. ¿Cómo llegó la gasolina a la celda? ¿Por dónde entró? ¿Quién la metió?

Y hay más preguntas. Por ejemplo, si el candado se derritió, ¿por qué no lo tumbaron de un balazo? ¿Qué pasó con los extinguidores de la Estación? ¿Estaban dañados? ¿No los quisieron usar? ¿No había? ¿El Plan de Emergencias se usa en las instalaciones de Policía o eso es solo para otras entidades?

La estación estaba a cargo de un teniente, una subteniente, un subintendente y un patrullero, el custodio. A esa hora estaban en cambio de turno, unos policías salían a descansar y otros llegaban a trabajar, había suficientes hombres para controlar una posible fuga. No es posible que un candado los haya detenido.

¿Y los bomberos? Miren esto, que me parece realmente grave. A los bomberos les avisaron a la 1.45 de la tarde, cuando el fuego ya estaba controlado. Llegaron 12 minutos después y el final del informe oficial dice: “…la policía nacional, por el mismo canal del grupo argumenta la cancelación de bomberos, porque mencionan que habIa sido controlado y bomberos no era necesario en la zona”. (sic)

Habrá que esperar la investigación, que la Fiscalía piensa trasladar al búnker. Anoche, estas madres de Soacha se reunieron frente a la vergonzosa ventana del cuarto de la estación donde murieron sus hijos. Llevaban globos y flores blancas y pedían Justicia. No venganza, que estarían en todo su derecho. Gritaban Justicia.

Nadie del Gobierno Nacional ha llamado a estas madres de Soacha. Ni de la Alcaldía de ese municipio, tan eficiente a la hora de mostrar uno que otro resultado, tan indolente a la hora de las tragedias.

No es una tragedia cualquiera. Al menos 9 personas, bandidos o no pero personas, murieron dentro de una estación de policía. Pero es en Soacha, allá nadie importa. Por allá no se va.

En cambio, el ministro de Defensa sí hizo una declaración al respecto y después de explicar su versión de los hechos -donde no hay muertos, solo lesionados- afirmó categóricamente: “No vamos a permitir que esta campaña de deslegitimación y calumnia sigan siendo utilizados por quienes hacen politiquería con la muerte y se aprovechan así del dolor de las familias”.

Me parece que es otro quien hace politiquería. Qué mal tipo.

 

Tomado del portal 2palabras.co

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