Por AUDREY McAVOY y ROD McGUIRK
LALOMANU, Samoa — Los isleños se reunieron el domingo para recordar a las víctimas de un tsunami en el Pacífico Sur que arrasó poblados enteros en Samoa y Samoa Estadounidense, dejando al menos 176 muertos.
La Iglesia Cristiana Congregacional de Lalomanu estaba llena de habitantes, así como parientes de Australia y Nueva Zelanda y rescatistas, los cuales participaron en un servicio conmemorativo que se extendió más de tres horas.
La iglesia no resultó dañada por la ola gigante que azotó el martes, generada por un poderoso terremoto en el mar, debido a que está construida sobre terreno más alto que muchas viviendas costeras, las cuales sí quedaron destruidas.
Los representantes de 10 familias hablaron sobre los 52 parientes perdidos que hace menos de una semana habían formado parte de la congregación.
Failuga Gase, un poblador de 52 años cuya casa resultó destruida, lloraba en silencio mientras recordaba a cuatro familiares fallecidos.
«Es una ocasión especial para recordar a aquellos» que murieron, dijo el padre de tres a The Associated Press frente a la iglesia. «Como solemos hacerlo, tenemos una ceremonia en la tumba para los que han muerto, uno por uno».
Una mujer dijo que su familia está entristecida porque perdieron a su madre, pero agradecida de que la tragedia no haya sido aún mayor.
Luluu Berns dijo que su hermana, su cuñado y sus siete hijos habían sobrevivido, aunque en un momento dado uno de los niños, un pequeño de 16 meses, había desaparecido.
«Cinco horas después encontraron a este niño pequeño en la playa», señaló. «Estaba boca abajo y el padre lo halló, lo levantó y lo sacudió un poco, y aún estaba vivo. Le agradezco al Señor por este precioso milagro que hizo por este pequeño niño».
A lo largo de la costa sureste de la zona de desastre, algunas iglesias dañadas permanecían en ruinas mientras los pobladores se reunían en otras para orar. Samoa es un país profundamente cristiano en el que los servicios religiosos de los domingos forman parte integral de la vida.
Horas antes, monseñor Ioane Vito celebró la primera misa del día en una catedral católica del siglo XIX ubicada cerca del mar en la capital de Samoa, Apia, exhortando a la congregación a unirse para reconstruir la zona tras el desastre que devastó el lado opuesto de la isla de Upolu.
«No permanezcamos dándole vueltas a lo ocurrido, sino que reconstruyamos nuestras vidas juntos como una comunidad», dijo Vito en la catedral de la Inmaculada Concepción de María. «El dolor nos unirá, y la unidad nos dará fuerza».
La unidad también fue el tema de los discursos en la Samoa Estadounidense, donde los habitantes se preparaban para efectuar un servicio de oración a nivel nacional que el gobernador territorial Togiola Tulafono dijo uniría a la comunidad. Se llevaría a cabo en la sede de la Iglesia Cristiana Congregacional en este territorio de Estados Unidos.
Las familias aún intentaban hacer frente al hecho de las repentinas pérdidas de vidas provocadas por las olas del maremoto del martes, que llegaron a las costas tras el terremoto submarino de hasta 8,3 grados de magnitud. El desastre cobró al menos 176 vidas en Samoa, Samoa Estadounidense y Tonga.
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